martes, 10 de septiembre de 2019

2do Ansible: CF feminista


Mariano Villarreal González está con Maielis González Fernández y 5 personas más.
Minicrónica del Ansiblefest 2019
Versión corta: ¡Estuvo GENIAL, estoy deseando repetir el año que viene!
Versión larga: (personal e intrasferible, avisado/a/e quedas) 
Durante los días 6 y 7 de septiembre tuvo lugar AnsibleFest 2019, segunda edición de este festival de ciencia ficción feminista, en esta ocasión celebrado en la Fundación BilbaoArte, un centro de producción artística dependiente del Área de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Bilbao. El evento contó con charlas, talleres, proyecciones, música, feria editorial y otras actividades, y como siempre la entrada fue gratuita.
Ciertamente, llevábamos muchos años deseando contar con un festival de ciencia ficción en el Botxo, y al fin lo tenemos, pero además es feminista, reivindicativo, festivo y con diversos actos en euskera. ¿Se puede pedir más?
El evento dio comienzo el viernes a las 16h con una feria editorial en la que participaron, entre otros, los sellos Crononauta, Pulpture, Cazador, Cerbero, Antipersona, Café con Leche, La máquina que hace Ping!, la revista Supersonic, la librería Joker que trajo cómics de Astiberri y una asociación de autores autoeditados (lamento no recordar más, que los hubo).
Los actos en sí dieron comienzo a las 17:30 con una mesa redonda sobre videojuegos, con Darkor_LF e Ilargi Blasko Ochoa, y una charla en euskera sobre la figura de Ursula K. Le Guin, con Ana Isabel Morales, Arrate Hidalgo e Iban Zaldua. Tenía curiosidad por escuchar a Iban Zaldua, conocido escritor vasco quien también ha cultivado el género en su novela satírica 'Si Sabino viviría' y me sorprendió su conocimiento de la temática, aunque su falta de referentes modernos me hace sospechar que, como en el caso de tantos intelectuales, Le Guin pueda tratarse de una autora descubierta en su juventud y que no siga mucho las novedades del género ni los/as nuevos/as autores/as. Ana Isabel y Arrate oso ondo, beti bezala 
Ah, y buenas noticias: pronto podremos leer 'Los desposeídos' (Ezjabetuak) euskeraz.
Siguió la mesa redonda «Iniciativas de visibilización de mujeres en el género», con Laura S. Maquilón (La Nave Invisible), Darkor_LF (Todas Gamers) y la chilena Pamela Rojas (La Ventana del Sur), que me perdí por un compromiso personal ineludible (¿alguien ha sido invitado alguna vez a una reboda?), así como el resto de actos de la tarde: taller de cómic feminista en euskera, con Garazi Albizua e Irati F.G., una proyección Vid-party y Bertso Saioa con Danele Sarriugarte (gai-jartzailea), Uxue Alberdi, Eli Pagola, Oihana Bartra y Miren Artetxe.
El sábado 7 empezó realmente potente: la mesa redonda «Ciencia ficción y (anti)fascismo», con Layla Martínez (editora de Antipersona) e Irati Jiménez fue, para mí, uno de los momentos cumbre por su nivel dialéctico y compromiso social. De lo mucho que se dijo (ojalá se grabase) os dejo una sola idea: las distopías fueron necesarias en su día pero ya es hora de dejarlas atrás y plantear escenarios más optimistas (como el hopepunk o el solarpunk, añadiría yo), entre otras razones porque está empezando a calar la idea de que si el futuro es tan distópico, el presente no es tan malo y pierde así fuerza las ganas de renovar la sociedad para conseguir un mundo más justo e igualitario.
A ella siguió una interesante mesa redonda sobre «Literatura fantástica y post-ciencia ficción en la literatura latinoamericana escrita por mujeres», donde la escritora cubana Maielis González y la chilena Pamela Rojas destacaron la obra de varias importantes autoras de Chile y Argentina. A la salida aproveché para conocer personalmente y charlar un ratito con Pamela Rojas, resaltar nuestra mutua admiracion por Elena Aldunate y ojear algunos libros chilenos. Ojalá haya pronto una LatinoCon donde conocer más autor@s del otro lado del charco.
A resultas de lo anterior, llegué bastante tarde a la mesa redonda «Lo LGTB+ en la ciencia ficción», con Almijara Barbero y Andrés Bigorra, en la sala anexa a la principal, que estaba tan petada de gente que opté por salir y escuchar la mesa redonda sobre el universo Warhammer 40K titulada «Señoras del M41, tías grimdark hablando de Warhammer 40K», con Teresa Álvarez, Alicia Fachal y Lucía Prieto. Aunque no soy muy de videojuegos, lo cierto es que la charla fue muy amena y el apoyo audiovisual ayudó bastante lo pasé bien.
El último acto al que asistí en la mañana fue la mesa redonda «La mujer robot en el cine, videojuegos y cómic», con las especialistas Paula Itfish, Marta Trivi y Elisa McCausland. El repaso del cine estuvo realmente bien (aunque IMHO faltó hablar de la serie Westworld), en videojuego y cómic me confieso un neófito, pero quedó claro la evolución del tema a lo largo del tiempo. Muy bien.
Me perdí (había que escoger, snif) la mesa redonda «Las nuevas Prometeas: mitología y arquetipos en el universo Marvel», con Virginia Buedo y Andrea Penalva; «Mujeres, hackers y ciencia ficción», con Mónica López del Consuelo e Irene Martínez (FemDevs); y el taller de escritura creativa colectiva de Quantic Sisters
La tarde comenzó para mí con la mesa redonda «La especulación lingüística en la ciencia ficción», con Felicidad Martínez, Almijara Barbero y Arrate Hidalgo; dinámica e interesante, no esperaba menos de estas tres cracks. Al término apenas tuve unos minutos para charlar entre actos con Rodolfo Martínez (seguiremos hablando de tu novela, jeje) y Pablo Loperena (quien pronto publica un libro en Insólita que merece mucho la pena) porque no me quería perder el «Encuentro más allá del espejo», que fue otro de los momentos álgidos del Ansible, pues al fin pude conocer la obra de la galardonada autora de cómic Emma Ríos de la mano de la gran experta en el tema Elisa McCausland; también disfruté de la obra de la argentina Sole Otero.
La sorpresa del Ansible fue, en mi caso, la mesa redonda «Mujeres compositoras en la ciencia-ficción», donde Blanca Rego y Natalia Piñuel repasaron con rigor, detalle y gran amenidad el trabajo de algunas compositoras, totalmente desconocidas para mí pero de gran relevancia en el cine de género, en películas tan señeras como Planeta Prohibido, La naranja mecánica, El resplandor, etc. Se habló de bandas sonoras, trucos de sonido, y mucho más. Y creo que unos cuantos descubrimos un instrumento tan alienígena como el Theremin (buscad, buscad cómo se toca y, sobre todo, cómo suena) 
El evento finalizó para mí (debía coger un bus para regresar a mi ciudad, so pena de que mi familia me deshauciara) con el simpático Encuentro transatlántico-virtual entre la cubana Maielis González y las mexicanas Libia Brenda (finalista de los premios Hugo 2019 en la categoría Best Related Work) y Gabriela Damián Miravete (ganadora del premio James Tiptree Jr. en 2019). Se comentó la situación de las autoras de género en México y se estrecharon lazos.
De nuevo, hube de perderme algunos actos: «Buztinezko Etorkizuna», lectura con música en directo, a cargo de Itxaro Borda e Ibon Rodriguez; Editatona de Wikipedia, con Eider Burgos; la mesa redonda «Juegos de rol y feminismo» con Alba-Nerea Nieto (Arcana Nocte) y Rocío Vega; el taller «Traducuir: la traducción de géneros diversos», con Carla Bataller y Javier Pérez Alarcón; Rol en vivo, con Arcana Nocte y, como colofón, concierto «Orion» (Música + Video DJ Liben Svaart.
¿Qué más puedo añadir? El Ansible es un evento multimedia de ciencia ficción feminista que posee una gran carga intelectual, reivindicativa y lúdica, y solo por eso no os lo deberíais perder. Si el año pasado se respiró ilusión, fraternidad y trabajo bien hecho, este año ha sido el de su (espero) definitiva consolidación. El edificio y sus salas se quedaron pequeñas en algunos momentos, y eso es un handicap; tampoco había zona de bares cercana apropiada para una BarraCon... pero es que, en mi opinión, este festival se mueve en otras coordenadas y conviene no perderse actos, charlar en pasillos y hacer constantes incursiones a la feria editorial antes que tomarse unas cañas con amiguetes, que para eso están las comidas y cenas entre actos. En fin, personalmente he disfrutado mucho y aprendido un montón, y descubierto grandes autoras que hacen cosas interesantes en el género o fueron pioneras.
Agradecer el currazo a las organizadoras (Arrate Hidalgo, Laura Lazcano y Laura Huelin), voluntarias y organismos implicados
Hasta el año que viene. Ciao 

domingo, 8 de septiembre de 2019

Mi ponencia en el Friki: Distopías antipatriarcales en El cuento de la criada y La puerta de Margaret Atwood

“No mires en la última habitación, la más pequeña, oh querido, mejor no mires”: Distopías antipatriarcales en El cuento de la criada y La puerta de Margaret Atwood



Paula Irupé Salmoiraghi

Para Frikiloquio 2019



La novela y el libro de poemas de Margaret Atwood que nos ocupan hoy me permiten retomar, sostener y ampliar un modelo teórico que vengo explorando desde hace ya diez o doce años. Se trata de lo que he llamado, presa del binarismo sexogenérico del patriarcado y de mi militancia en debates donde la violencia del lenguaje es mi única defensa, “el no-camino de la heroína”. Este mismo espacio de jornadas en años anteriores me ha visto aplicarlo a personajes femeninos o masculinos, sociabilizados como varones o mujeres, de Angélica Gorodischer, Liliana Bodoc o George Martin. Se trata de un modelo superador del mítico camino del héroe: Si aquel, según estudios clásicos de Joseph Campbell, partía del hogar hacia el lugar de la aventura, atravesaba pruebas y obstáculos, vencía adversarios y retornaba para ser coronado, premiado u obtener la mano de su dama, necesité decir, con mi modelo de heroína, que hay, en todas nuestras narraciones, otras formas heroicas. No son lineales sino circulares o elípticas, no avanzan ni conquistan sino que engordan y se expanden sin abandonar su centro, no se caracterizan por la fuerza, la valentía, la inteligencia o la individualidad irrepetible y potente de todo héroe sino por cualidades que todas las comunidades reconocen como valiosas pero no dan el nombre de heroicas: hablo de la curiosidad, la unión con otres más allá de cuerpas y especies, la solidaridad, la capacidad de comunicación, ronda, grito y canto, el poder de la memoria, la narración y la alegría. Y digo que la heroína, se encarne en el cuerpo que se encarne, no conquista ni vence en combate a monstruos y oponentes, sino que se deja atravesar por realidades adversas y las diluye, ofrece su cuerpo múltiple para ser penetrado y reproducir, a través de sí misma, cuerpos, textos o verdades que son valiosas para la comunidad.

Te muestro una muchacha fugitiva, de noche
entre árboles que no la aman
y sombras de muchos padres

que no le indican el sendero” (2009, 189),

comienza diciendo la yo lírica del poema “La esencia del gótico” en La puerta, libro de Atwood publicado por primera vez en 2007. Esta voz, que se define a sí misma como “la vieja/ que aparece siempre en cuentos como éste” puede leerse en paralelo con la narradora de El cuento de la criada, ya que ambas sostienen heroicamente la denuncia del presente distópico y la fe sagrada en el pasado sumergido por las jerarquías patriarcales que aflorará irremediablemente en un futuro utópico y liberador para las múltiples formas de vida no violentas que no se adaptan ni quieren adaptarse a las máquinas de las guerras y los poderes de la humanidad viril.
Por otro lado, el título de este trabajo replica otro de los versos de La puerta que me permite clarificar que el sistema patriarcal somete y tortura todo cuerpo no funcional leído como no hegemónico o normalizado: “No mires en la última habitación, la más pequeña, oh querido, mejor no mires” (2009, 127) dice el poema “Palacio de hielo” en el que el sujeto amoroso masculino, “querido”, ocupa el clásico lugar de la sin nombre “esposa número x de Barbazul”, aquella entre tantas que debía ocultar su curiosidad, cuidarse de no conocer los secretos del poder que la domina y del espacio que habita sin ser libre.
La poesía de Atwood comparte con su novela la descripción de los efectos dolorosos del presente y los modos en que las heroínas reconstruyen mediante la esperanza sus cuerpos y sus espacios. En el poema “Europa con cinco dólares al día”:

Me he desconectado.
Puedo sentir el lugar
al que estaba unida.
Está en carne viva, como cuando te cortas
un dedo con un rallador. Es un revoltijo
de imágenes hechas añicos. Me duele.
¿Pero en qué parte de mí
está exactamente el tallo arrancado?
A veces aquí, a veces allá.

Mientras tanto, la otra muchacha,
la que tiene memoria,
se acerca cada vez más.
Me alcanza, arrastra tras ella, como humo rojo,
la cuerda que nos une. (2009, 21)

La heroína es múltiple, no se trata de sujeto individual desdoblado o esquizofrénico, ni de espejamiento egocentrado sino de comunidad y población multicorporal. Lo que podría leerse como desdoblamiento entre voz lírica y sujeto lírico, o Defred y June, cuerpo que añora el pasado y cuerpo que sufre el presente, no es división sino suma. Ante el dolor de la separación del lugar al que está unida, ante el corte, la carne viva, el revoltijo, el tallo arrancado, la heroína apela a la memoria y a la cuerda y el humo que la une con otres como ella. De más está decir que las estrategias patriarcales siempre son de división, silencio y olvido y que los estereotipos de unidad, univocidad y coherencia lineal suelen impedirnos ver estos movimientos de duplicación y multiplicación como heroicos.
Dentro de este esquema, la figura de la casa familiar, de lo cotidiano, de “la mujer” como “ángel del hogar”, de su dulzura y paciencia como única función en relación con el retorno del guerrero y su felicidad final aparecen tematizados en Atwood en ambos libros. En el poema “La resurrección de la casa de muñecas”, por ejemplo:

(…) ahora es un hogar.
Brilla desde adentro.
El felpudo dice Bienvenidos.
Sin embargo, estamos preocupados
por cuitas cotidianas.
¿Cómo hacer que sea seguro?
Hay tanto de lo que defenderse.
Podrían padecer enfermedades o emitir lamentos,
o encontrar una tortuga muerta.
Podrían tener pesadillas.
Tendrían suerte, si es sólo una tostada
lo que arde.

Madeleine sólo tiene tres años
pero ya sabe
que el bebé es demasiado grande para el cochecito.
Por mucho que te esfuerces en meterlo dentro,
un día, mientras duerme,
se deslizará por un hueco de tu memoria
y logrará escapar. (2009, 31-33)

En oposición a la figura de la perfección familiar del patriarcado, Atwood nos ofrece muestras del desborde que implican las vidas y las cuerpas heroicas: los miedos radican en los sueños de cada quien, en los contagios entre seres enfermos, en afectos animales perdidos, en productos reproductivos como el bebé (cuerpo que ha crecido en nuestro cuerpo o fetiche reproducido para entretenernos) que escapan irremediablemente a través de uno de los grandes focos de empoderamiento de toda heroína: la memoria. No se trata de un acervo humano simplemente, de un resguardo de valores canonizados y solidificados por el poder sino de un humus vivo en el que los aportes múltiples incluyen y centralizan como sagrados los devenires vegetales y animales. La memoria feminista engorda y prolifera en lo salvaje.
En “Luto por los gatos”, se decide que lloramos por los gatos porque tenemos frío sin su pelo y porque, igual que las doncellas focas de la leyenda nórdica, al desaparecer ellos, “hemos perdido/ nuestra segunda piel, encubierta/ a la que nos mudábamos,/ cuando queríamos divertirnos, / cuando queríamos matar/ sin pensarlo dos veces, /cuando deseábamos despojarnos del insufrible peso/ de ser humanos.” (2009, 41).
En “Mariposa”, el padre logra su momento epifánico al ver una mariposa en un tronco río abajo, visión que lo sacará de la vida lineal de héroe viril y lo llevará a buscar meandros y fluires que lo devuelvan al mundo integrado que añora.
En “Grillos”, Atwood retoma y corrige la tradición aceptada en las fábulas tradicionales:

La hormiga y el saltamontes tienen
su lugar en nuestros bestiarios:
la primera atesora riqueza, el segundo
gasta. Estamos en el término medio: aprobamos a
la hormiga (lo dice la razón); amamos
al saltamontes (el corazón);
emulamos a los dos: ¿por qué elegir?
si podemos acopiar y jugar.

Pero los grillos han sufrido
nuestra censura: No tenemos
grillos en nuestros hogares. No tenemos hogares.

No obstante, nos despiertan
en las frías noches,
vocecitas tímidas que no podemos situar,
relojitos haciendo tictac,
relojes baratos, pequeños recuerdos de lata:
tic, tic, tic;
en algún lugar de las sábanas,
en los muelles, en la oreja,
aquellas hordas de muertos famélicos
regresan siempre, igual que nuestro pulso. (2009, 55-57)

La metáfora del grillo le sirve a Atwood para señalar aquellos rasgos humanos animales que el patriarcado ha castigado y que la heroína reivindica como cualidades valiosas para nuestra supervivencia. El pulso, el latido, el tictac del tiempo vuelve cíclicamente, irrenunciablemente y une a los vivos con los muertos, los muertos famélicos porque no son alimentados por lo sagrado sino olvidados por las hormigas razonables y racionales que el patriarcado quiere que seamos. La idea de totalidad y de circularidad es central para romper la linealidad, la especificidad, el espejismo e, incluso, los binarismos dentro de los que seguimos viviendo y teorizando.
La narración y la poesía tienen papeles deslumbrantes en el devenir utópico que movilizan las heroínas. No en vano el título de la novela es “el cuento de la criada” en referencia a las historias que ella misma se narra como sostén en medio del desastre. Y “cuento” nunca será opuesto a “verdad” o a “historia” sino que serán los modos en que la palabra y su belleza nos sirven como bálsamo, escudo y argamasa originaria, todo a la vez.
En el poema “El regreso del poeta” vemos, exactamente, el recorrido del poeta-héroe hacia su destino de poeta-heroína:

El poeta ha vuelto a ser poeta
tras décadas en el papel de virtuoso.

¿No puedes ser las dos cosas?
No. En público, no.

Antes, sí se podía,
cuando Dios era aún venganza aterradora

y disfrutaba del olor de la sangre,
sin llegar a otorgar su perdón resbaladizo.

Esparcías entonces incienso y alabanzas,
luciendo en la garganta tu collar de serpiente,

y cantabas himnos a los hundidos cráneos de tus rivales,
himnos que terminaban en un pío estribillo.

Sin sonreir de modo deferente, sin preparar galletas,
sin tener que decir Soy, en realidad, una persona amable.

Me alegro de que vuelvas, querido mío.
Ha llegado la hora de reanudar nuestra vigilia,

hora de abrir la puerta de tu sótano,
hora de recordarnos a nosotros mismos

que el dios de los poetas tiene dos manos:
la una es diestra y, la otra, siniestra. (2009, 61-63)

Este mismo poema nos permite entrar de lleno en el tema de la novela de Atwood como premonición, advertencia o denuncia. Son recurrentes en El C de la C las referencias a “antes” o a “aquellos tiempos” en oposición a “ahora”. En el poema anterior, también se marcan dos planos temporales: un presente distópico que ubicamos en tiempos del patriarcado y sus sistemas jerárquicos de dominio de los cuerpos y la vida y un tiempo anterior, salvaje, libre, que debe ser retomado, recuperado, recordado. Metáforas como el sótano o “reanudar la vigilia” indican que, igual que Defred, el poeta no ha abandonado su lugar sino que ha sostenido su tarea en momentos adversos y es quien se ocupará de empoderar la utopía. “Cantar es un credo/al que no podemos renunciar” dice otro poema titulado “Búho y gatita, algunos años después”, mientras la heroína de El c de la C escribe su relato confiando en lectores ideales:

...todavía nos queda
una tarea por hacer, o al menos
tiempo por pasar; por ejemplo, podríamos
celebrar la belleza interior, los jardines,
el amor y el deseo, la lujuria, los hijos, la justicia
social de varias clases, incluso el miedo y la guerra.
Podríamos escribir lo que es estar cansado. Ahora
estamos llegando ahí. ¡Pero somos demasiado
pesimistas! ¡Eh, nos tenemos
el uno al otro, y un techo, y desayunamos
todos los días!¡Nata y ratones! Para

la gente como nosotros, en otros lugares, suele ser peor:
una bota levantada, carne envenenada, o los arrastran
por las alas o la cola a alguna pared
o trinchera, o los obligan a arrodillarse
y les vuelan los cesos, salpicando
esta Naturaleza que nos gusta tanto
(...)
El mundo se vuelve
una enorme y grave vocal de horror
mientras, detrás de esas banderas mohosas, los esloganes
que siempre riman con la palabra muerte,
reunen a unos cuantos vejestorios adinerados. Así que
sinceramente, ¿quién quiere escucharlo?
(...)
bueno, querido, nuestra gujereada
góndola de cartón nos ha traído hasta esta orilla,
a nosotros y a nuestra guitarra de papel.
Sin ser ya semiinmortales, sino búho
desplumado y gatita artrítica, remamos
más allá de la última duna, hacia el salobre
mar abierto, hacia la puerta de las cabezas de perro,
y después el olvido.
Pero canta, sigue
cantando, quizás alguien te escuche,
además de mí. El pez, por ejemplo.
Sea como sea, amado mío,
siempre nos quedará la luna. (2009, 83-85)

Narrar la distopía se vuelve necesidad y valor del testimonio de la heroína que denuncia el sistema viril de las guerras y las jerarquías. Cantar la utopía es reunir pasado y futuro por encima y por debajo del presente patriarcal, apostar a la totalidad de lo vegetal y lo animal, al poder de lo cíclico, de lo blando, lo penetrable, lo fértil. Atwood se hace cargo de la tarea en “Otra visita al oráculo”:

¿No hay esperanza?
lo preguntan una y otra vez. Aunque el cielo está azul como siempre,
y las flores tan floridas,
aguardan ahí con la boca abierta,
los brazos les cuelgan inútiles
como si la tierra fuera a desmoronarse,
como si no hubiera un refugio seguro.
Por supuesto, les digo.
Odio decepcionarlos.
Por supuesto que hay esperanza.
Está ahí, en aquel pozo.
Hay un suministro inagotable.
Inclínate sobre el borde, la verás
ahí abajo.
(...)
Empieza a cavar la madriguera,
a donde reptarás
para hibernar.

Llama al oso que tienes dentro,
está en ti, lo estás viendo. (2009, 207-209)


.