sábado, 29 de noviembre de 2008

Feliz Cumple Rolcon!!!!

Escribo solo unas breves palabras para desearle un feliz cumpleaños a este fino caballero y gran amigo y colaborador de nuestro querido grupo.

Espero que la esté pasando muy bien y que este comiendo mucha torta y abriendo muchos regalitos.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Reunión Porticana de fin de año

Es tradición de larga data, que se pierde en los albores del tiempo que desde hace 3 años los habitues del capitulo bonaerense porticano (y amigos de listas vecinas) se reunan a festejar la ida de otro año y esperar un nuevo año venturoso.

En esta ocasion, y dado que el fin de año, como el mañana llega cada dia mas rapido, estamos tratando de fijar una fecha antes de que todas esten ocupadas por otros magnos eventos como el concurso de comedores de liquenes, la reunion anual de los saltadores de baches o la cena fin de año de los jugadores de flipper zen, que obviamente llenaran vuestras agendas en este mes por venir.

Es con este telon de fondo que les pregunto, qué les parece juntarno el sábado el 20-12, a las 18:00, en el restaurant Don Ernesto (Carlos Calvo casi esquina Defensa, San Telmo)?

Se que la nebulosa de los tiempos quizas haga que vuestras previsiones a largo plazo varien mas que el precio del dolar en los arbolitos de calle Florida, pero, en lo posible, podrian ir comentando quienes les gustaria participar?

Para no llenar la lista principal con invitaciones y mensajes que a aquellos porticanos de otras latitudes puede que no interesar, invito a aquellos porticanos de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires a seguir la conversacion en la lista Portico-BsAs. Aqui el enlace:

http://ar.groups.yahoo.com/group/portico-BsAs/

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Crónica de un tercer cumpleaños porticano

Hola, amigos.



Como ya sabrán, el viernes 14-11 nuestra querida lista cumplió 3 juveniles y pujantes añitos, y anteayer, domingo 16, nos juntamos a festejarlo desde las 15:00.

El sitio elegido fue la confitería Pertutti, ubicada en Córdoba esquina Pueyrredón.

Es un lugar un poco caro, pero muy cómodo y lindo.

Los presentes fueron, por orden de llegada: Martín, Laura, Oscar, Ricardo, Vlad, Paula, Pablo, Teresa, Guille, Barby, Diego y Rolcon.

Qué cosa linda es encontrarse con gente querida. :-)

Ya desde el principio, mientras los presentes charlaban, comían y bebían,


usamos la laptop de Oscar para conectarnos por chat con algunos porticanos de lugares distantes: Susana, Chinchilla, Antonio y Ly.

http://www.facebook.com/photo.php?pid=911133&id=565359798

Incluso con Antonio pudimos armar video conferencia, escucharnos y vernos, por lo menos a contraluz. :-P

http://www.facebook.com/photo.php?pid=911136&id=565359798



Hablamos de muchísimas cosas: desde las tertulias caraqueñas y la CF en la feria del libro en Venezuela hasta asuntos personales y familiares, desde posiciones encontradas (la nueva Hulk es buena & la nueva Hulk es una porquería) hasta la lista de los 50 actores más sexies, desde asuntos de política mundial contemporánea hasta la actividad en Forjadores, desde la fuerza estética de “Gost in the Shell” hasta las nuevas revistas de CF que están saliendo

http://www.facebook.com/photo.php?pid=911143&id=565359798

desde la manipulación de los medios de comunicación hasta la publicación digital,

desde “el otro cine” (más artístico, más personal, menos conocido) hasta lo que cada uno anda escribiendo o haciendo (mortal la frase de Rolo: “somos el holograma de un fractal”). Todo esto, rodeados por un nutrido público que seguía entusiasta la actividad futbolera proyectada en pantalla grande. Dije “entusiasta”? Quise decir: “eufórico”, je. Y con una clara parcialidad boquense, además. :-P



Para nuestro habitual sorteo

http://ar.ph.groups.yahoo.com/group/porticocf/photos/view/eb7a?b=4

hubo mucho material impreso: el libro “El Nombre del Mundo es Bosque”, de Úrsula K Le Guin; la revista Cinemanía de este mes/especial 007; la novela gráfica “El eternauta/el odio cósmico” (domada por Guille); las novelas “Pórtico” y “Los exploradores del Pórtico”, de Frederik Pohl (Ediciones Rolcón); y una curiosidad: “El nacimiento de la Fuerza”, de Marcelo Adrián Mora, o una nueva versión del universo Starwar. Hubo muchos, muchos DVD: “Firefly” completa (todos los capítulos de la serie + la película); las películas “IronMan”, “Jumper”, “StarGate/Continuum”, “Doomsday”, “Serenity”, “Indiana Jones” y “Hulk”; los animés: “Alita” (peli), “Macross Zero” (miniserie), “Blue Submarine Nro.6” (peli), “Ergo Proxy” (serie – cap 1 al 4), “Nausicaa” (peli) y “Appleseed” (peli); y las películas de animación: “The clone war”, “Superman/Doomsday”, y “Batman/el caballero de Ciudad Gótica”. Y una rareza aportada por Rolcon: “I´m not there”, basada en la música y las muchas vivencias de Bob Dylan.

Usamos la modalidad de siempre: todos los nombres en un cenicero y los que iban saliendo elegían su premio. Hubo segunda y tercera vuelta, por lo que creo que todos los presentes pudieron irse con varios premios de su agrado. :-)



Para este momento habíamos completado el pergamino alegórico con firmas y dedicatorias

http://ar.ph.groups.yahoo.com/group/porticocf/photos/view/eb7a?b=1


y Diego procedió a amalgamar trazos y tintas, a colmarlo de dulzura en un acto de bautismo ritual que siempre recordaremos. :-D



A eso de las 20.00 hrs (creo) sacamos una última foto con los que quedábamos

http://ar.ph.groups.yahoo.com/group/porticocf/photos/view/eb7a?b=2

y emprendimos el regreso a nuestros hogares silbando bajito y con una sonrisa en el corazón.





Ya tengo ganas de verlos otra vez. :-P

domingo, 16 de noviembre de 2008

Y se terminó el concurso.

Bueno, llegó el cumpleaños de Portico y, como se habia estipulado, se cerró la entrega de relatos y poesias para el concurso. En resumen, se recibieron 3 poesías y 5 relatos. Sin embargo, para nuestra sorpresa, a pesar de los muchos comentarios, ninguna obra recibió puntaje, por lo que, en lugar de determinar el concurso desierto, y entendiendo que quizas no se comprendió la forma en que se debia votar, decidimos cambiar la forma de votación: Establecimos una encuesta en la pagina, agregando solo una división de los votos por categorias. Es decir que, cualquiera de los visitantes podrá votar a cualquier relato como mejor relato en alguna o todas las categorias. Encontraran las categorias insertas arriba a la izquierda de la pagina principal del blog. 
El plazo  para votar se extiende hasta el dia 30/11/08 a las 20hs.
Esperamos la participación de todos. 

viernes, 14 de noviembre de 2008

Proxima

por Martín Adrián Ramos y Laura Ponce

Hoy es mi cumpleaños y mi último día. Todos están aquí, incluso ha resucitado mi abuelo para venir a despedirme. El aroma de mi comida favorita se mezcla con el del pasto recién cortado y Pupu, mi gato inmortal, se frota contra mis piernas. La nave está por partir. Todos me saludan agitando sus pañuelos. Luego los veo reducirse al tamaño de hormigas y la luz se convierte el negro y en dorado.
No estoy seguro de cuántas veces me he ido; las despedidas cada vez son más extrañas y al mismo tiempo, cada vez más normales. La historia, las películas, mi vida entera se mezcla con la partida, la partida en la que sueño el final del viaje.
Es este tiempo lánguido e indefinido, es lo que pasa entre esos dos eventos —la partida y el final del viaje— lo que no tengo demasiado claro.
Sueño con la puerta que no he visto pero ha de estar. Una puerta igual a la que vamos a empezar nosotros y que nunca llegaremos a ver terminada.
Parece una idea a la que uno no se acostumbraría fácilmente, sin embargo ya llevamos sumergidos en ella tanto tiempo...
¿Cuándo? No lo sé.
¿Dónde? Tampoco estoy seguro.
Este lugar es todos los lugares, es lo que queramos hacer de él.
Hemos descubierto que aquí podemos animarnos a ensayar el futuro, podemos prepararnos para lo que nos aguarda imaginando las múltiples formas de enfrentar las situaciones que se nos presenten, podemos conocernos entre nosotros y emprender nuevas y descabelladas aventuras.
Es un sitio maravilloso y a la vez aterrador, porque después de un tiempo, sin importar qué se intentara mostrar u ocultar de uno mismo, todas las máscaras se resquebrajan, todas las simulaciones pierden fuerza y termina por hacerse evidente lo que cada uno es en realidad. Aparecen rasgos que enternecen y otros que asustan.
Me he relacionado con mucha gente aquí, con variada suerte, pero creo que Laura es la indicada. A ella se le ha dado últimamente por hablar con Borges —lo que a mí me aburre de sobremanera— y ni siquiera eso me aparta de su lado. Está claro que la adoro.
Los ¿días? van pasando entre problemas matemáticos, reconstrucciones literarias y surf entre las estrellas, conversaciones con aquellos a los que convocamos, vivos o muertos, y duelos con espadas láser.
Pero ahora, de a poco, todo se va haciendo menos nítido —incluso Borges, gracias a Dios.
Sólo Laura sigue igual, tan clara para mí como el primer día. Tomo eso como una señal de nuestro vínculo verdadero.
Todo se vuelve más lento y la sensación de claustrofobia crece asechando en la oscuridad.
Debemos estar cerca, supongo.
Y la memoria regresa despacio, dejándome recordar por qué emprendimos este viaje.

Crecimos escuchando que viajar por el espacio es complicado.
Que viajar por el espacio es lento.
Que viajar por el espacio es caro.
Sin embargo un día llegó a la Tierra una nave de los Constructores. Era prueba y fruto de una tecnología desconocida, una tecnología que estaba más allá de nuestra compresión.
Pero también era una invitación.
Los Constructores habían hecho su propio descubrimiento eones atrás. En su primer viaje de exploración fuera de su sistema habían descubierto Pórtico, el primer punto de salto. Eso marcó el inicio de una nueva era para su civilización, en la que se dedicaron a estudiar tan magnífica estructura e intentar comprender su funcionamiento. Tenían la aspiración de hallar alguna vez a los Primeros, aquellos que lo había alzado y lo habían dejado allí para los que vinieran después de ellos. Verse beneficiados por tamaño acto de generosidad cósmica transformó a la civilización de los Constructores y terminó por darles un nuevo propósito, un propósito casi religioso: Cuando lograron comprenderla y reproducirla, decidieron que viajarían por el universo difundiendo y compartiendo esa tecnología; así pagarían el favor, así demostrarían que eran dignos de él; así harían contacto con otras especies inteligentes y todos podrían regocijarse ante la grandeza de los Creadores y sus magníficas herramientas. Se convirtieron en constructores de puertas, en constructores de puentes. Se hacían llamar “la Gente del Pórtico” o “Porticanos”.
La nave que llegó a la Tierra era una entre cientos. Los porticanos las habían enviado a las estrellas como una invitación y un salvoconducto, creían que sería más fácil si cada especie sólo tuviera que recorrer la mitad del camino, si los que estuvieran interesados en acudir a su llamado pudieran emprender el viaje por sí mismos, en lugar de esperar a que ellos los encontraran en sus mundos de origen, dispersos en la vastedad del espacio.
La nave que llegó a la Tierra traía instrucciones y materiales para la construcción de dos puertas; pero la nave misma era quizás la parte más importante del paquete.
Al mismo tiempo que comenzó la construcción del primer punto de salto, ubicado en órbita entre la Tierra y la Luna, la nave emprendió su viaje hacia el sistema estelar más cercano. Su propósito era transportar a aquellos que construirían la segunda puerta y darles un lugar seguro donde establecerse y desarrollarse como colonia antes de iniciar los trabajos.
Los que estudiaron el mecanismo de animación suspendida que utilizaba concordaron en que no podía haber sido diseñado con mayor ingenio. Ya se había demostrado que la mente no soportaba la inactividad sostenida, tarde o temprano llegaba la abstracción, el ensimismamiento y al final, la locura. El multiespacio era la solución a todo aquello: mantenía a los trabajadores ocupados y permitía que se conocieran entre ellos, que establecieran lazos y enfrentaran sus temores, antes de iniciar la construcción.
El plazo de “edificación” se estimaba en dos generaciones, por lo que cada minuto debía ser aprovechado.
Poco a poco comprendo dónde estamos y qué se espera de nosotros.
No sé si será mi imaginación, pero casi puedo sentir el efecto de la desaceleración.
Sé que allí afuera está Próxima, y nos espera —La próxima estrella, la próxima vida, la próxima versión del universo, y también aquella que está próxima a mí.
Me siento fuerte y renovado, comprometido con la ambiciosa empresa que tenemos por delante. Con la clara convicción de que la aventura recién comienza, de que todo el trabajo está por hacerse, escucho el mecanismo de los capullos abriéndose. Espero con ansiedad a que la cubierta termine de levantarse y me incorporo, emergiendo del bio-gel.
Al abandonar el nicho que me ha mantenido seguro y alimentado durante todo este tiempo, siento frío, y todos los temores que el condicionamiento mantuvo a raya me asaltan de pronto: ¿Qué pasará si no podemos? ¿Qué pasará si no nos alcanzan los recursos o si las condiciones planetarias no son las esperadas, si no somos tan fuertes ni tan listos como creemos ser? En los rostros de los otros que se van incorporando veo también ese primer instante de duda y confusión. Pero unos cuantos metros más allá Laura salta fuera de su capullo y busca con la mirada entre los rostros de los que se van levantando, hasta que sus ojos se encuentran con los míos, y entonces sonríe.
Ahora sé que, sin importar lo que nos espere allá afuera, todo estará bien.



Buenos Aires, en el día 365 del tercer año porticano.

DIVERTIMENTOS PORTICANOS

por Chinchiya (Juana I. Gallego)

I
Paraíso en otra tierra
Otra chance de volar
Rememorados nuevos héroes
Traen hasta nosotros
Iridiscentes sueños
Colmados de porvenires
Otrora imposibles
Ciertos hoy;
Fantásticos, pero reales


II
Promesas de flores nuevas
Orejas atentas y ¡a la cueva!
Renacer, revivir,
Tratar de sobrevivir
Idiosincrasia simple,
Clara y llana
Ojos me mirada vivaz:
Conejo suave
Frágil y fugaz

III
Pena que te fuiste a navegar
Odio por dejarme varada en esta tierra
Rencores porque no sé olvidar
Traición de luna llena, de otro mar
Ira cuando me lo dijiste
Cólera cuando ya no estabas, y al fin...
Olvido,
Calma y
Falsa paz en soledad

IV
Portentos hicieron
Ostentando ingenio
Reproduciendo el sitio:
Troya, la nueva!
Increíble hazaña
Construir la ciudad
Otra vez leyenda,
Con baja gravedad y
Fina atmósfera de Helio

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Traición

por Jaime Hernández de la Mora


“Es mi deber no abandonar a Mireia en la nave, aun así me niego a acabar mi días aquí”. A Vladimir le remordía la conciencia. Para un piloto comercial estelar, el llevar como compañera de viaje a alguien compatible era la única posibilidad de mantener una relación sentimental, debido al efecto relativista de los viajes a altas velocidades.

Había cargado la única cápsula de salvamento con la mayor parte de las provisiones. Total, no servirían de nada en una nave fuera de control que en dos semanas se iba a encontrar con el inmenso sol rojo que se cruzaba en su trayectoria.

—Sí, lo sé. Soy un ser despreciable además de un cobarde, pero quiero agotar toda posibilidad de supervivencia —hablaba consigo mismo para convencerse—. Podría haber echado a suertes quién lo intentaría, pero ella seguro que me imploraría que permaneciéramos juntos. ¡Es tan romántica! Y tonta. Y yo tan vil…

Ya tenía la cápsula preparada. Se dirigió a su dormitorio para recoger la copia del cuaderno de bitácora y la de su propio registro cerebral, actualizadas unas horas antes, así quedaría constancia para que en un futuro se le juzgara con más benevolencia que la que él empleaba consigo mismo.

—¡Demonios! ¿Dónde están? ¡Si las dejé aquí!

Se dio cuenta de que tenía mensajes pendientes en la consola individual.

—¿Qué es esto? Mireia y su manía de dejar misivas de amor para que las escuche en el modulador de voz. ¡Si estamos juntos casi todo el tiempo! ¿Por qué no lo dice a la cara? No, no lo escucharé, me hará sentir más culpable ¡A la mierda el cuaderno! Me voy antes de que me encuentre con ella.

Los pasillos que conducían hasta la cámara de lanzamiento se le hicieron eternos…

—¿Y la cápsula? ¡No! No puede ser, ¡ella no! ¡Mireia! ¿Dónde estás?

No la encontró en la cabina de mando. Leyó la pantalla que registraba la posición y constantes vitales de ambos; entonces supo que ella se encontraba fuera de la nave. En ese instante recordó el mensaje que había dejado sin escuchar. Accedió a él desde el panel principal:

—Hola, querido… o quizás debiera decir adiós. No te enfades por haber robado tu plan, yo nunca lo hubiera hecho. Y tú… resultas demasiado transparente. Tu introspección de los últimos días me reveló que algo tramabas, evitabas mi mirada y mi contacto como si te sintieras culpable. Así pues, me puse a vigilarte. Me dolió lo que descubrí, aunque tengo que reconocer que tenías razón: uno de los dos tenía posibilidades de sobrevivir. He visto como preparabas la cápsula y, en cuanto te has marchado de la sala de lanzamiento, te he dejado este mensaje. A propósito, me he llevado las copias que hiciste. Cuando despierte, cada seis meses de hibernación, te podré recordar, llorar o quizás reírme de ti, eso dependerá de cómo fueras en realidad. Te quise y aún te quiero, pero… En fin, un beso, chao.



Quince años después. Corte de Justicia Espacial, planeta Pórtico.

—Una vez examinados los hechos que tuvieron lugar en el carguero de segunda clase Linux Maior, durante la jornada tercera del mes de capricornio del año 21554 Después de la Diáspora, en la que la teniente Mireia Balta abandonó a su suerte al capitán de navío interesterlar Vladimir González, y habiendo considerado como prueba válida el cuaderno de bitácora presentado, e interrogado a la simulación de la persona del capitán, quedan demostradas las intenciones de deserción y dejación de funciones por parte del superior de la acusada, quien, abandonando nave, tripulación y carga, infringió el artículo 15 del Código de Navegación Interestelar. En función de lo anteriormente expuesto, esta Corte de Justicia,

DECLARA:

Que es su voluntad absolver a la teniente Mireia Balta del cargo de traición y dejarla en libertad. La empresa propietaria de la nave deberá pagar a la acusada el equivalente a los quince años de trabajo más intereses aplicables según la legislación laboral vigente.

Asimismo, es decisión de este tribunal,

CONDENAR:

A la copia con la personalidad del capitán Vladimir González a revivir cíclicamente en un simulador los hechos juzgados, hasta que se comporte con la dignidad que se supone corresponde a alguien de su cargo, momento en el cual dicha copia será transferida a un cuerpo de clase beta que se destinará al servicio no discrecional en el cuerpo de limpieza espacial.

martes, 11 de noviembre de 2008

EL CERROJO DEL MUNDO ESTÁ EN BUTTELER

por Néstor Darío Figueiras

Igual que en la vidriera irrespetuosa
De los cambalaches
Se ha mezclao la vida

“Cambalache”, Enrique Santos Discépolo


El doctor Imanol Safulvio, profesor de Psicopatología de la Universidad de Buenos Aires y Director de la CPC —Clínica de Psicopatías Complejas—, se acomodó detrás de su escritorio. Un rayo de sol entraba por la única ventana de su despacho, haciendo relucir su pelo entrecano. Se quitó los anteojos y se hicieron visibles las enrojecidas marcas que hundían los lados de su nariz aguileña. Con gesto mecánico, limpió los cristales usando el borde de su camisa. Luego se apretó la nariz usando el índice y el pulgar de la mano izquierda y se la retorció hacía uno y otro lado, presa de un tic espasmódico.
Golpearon a la puerta. Safulvio se puso los anteojos y miró su reloj de pulsera: las diez y media de la mañana. Le satisfizo descubrir que Andrés Gutiérrez, su alumno del curso de postgrado, era puntual. Dijo cansinamente:
—Adelante.
El licenciado, un joven rollizo y vivaz, tomó asiento frente a él, y saludó:
—¡Buen día, doctor Safulvio!
Sus ojillos traslucían un húmedo optimismo, empotrados en el rostro redondo, apenas visibles bajo la sombra del desgreñado pelambre rojizo. Apretaba contra su pecho una carpeta azul, rebosante de hojas sueltas: su manojo de apuntes.
—No se apresure, Gutiérrez. Por la noche veremos si el día ha sido bueno.
Por un instante el licenciado no supo qué decir. La cortante observación de Safulvio lo había tomado desprevenido. Intentó salir del paso recordando una de las sentencias favoritas de su profesor:
—¡Ah, por supuesto! Tiene usted razón, doctor. Nunca hay que anticiparse…
—…a los hechos. Muy bien Gutiérrez. Bueno, lo escucho. ¿Qué me puede decir del paciente?
—Dice llamarse Tristán. Afirma no tener un segundo nombre, ni apellido. Por lo que he podido averiguar, es un NN. No hay papeles, ni rastro alguno en el Registro Nacional de las Personas. Afirma tener “veintiocho años terrestres”, fíjese usted. No hay datos fehacientes de su nacimiento. Según parece, ha pasado la infancia y la adolescencia confinado en orfanatorios e institutos para menores. Presuntamente logró fugarse, y vivió un par de años en la calle, período en el cual fue arrestado en dos ocasiones por hurto agravado. Hasta que lo internaron en el Hospital Borda el 15 de marzo de 2001.
—Todo un sobreviviente.
—Así es, doctor. Ahora, en vista del revuelo mediático del cual es protagonista, Tristán fue enviado a la CPC por disposición judicial.
—Lo sé. El juez Maldonatti solicitó que hiciéramos una evaluación del paciente. Por eso él fue internado aquí. ¡Como si tuviéramos pocos chiflados! Descríbame el cuadro, Gutiérrez.
—A simple vista parece un psicótico más, doctor. Pero, fíjese usted, su delirio está muy bien sistematizado. Sus esquemas están brillantemente estructurados. No le encontré fisuras. El tipo cree que es extraterrestre. Bah, ésa es una interpretación demasiado simplista. Asegura pertenecer a los “Buscadores”, una especie de gremio u orden mística del espacio exterior. Habló de “infradimensiones” y “supradimensiones”, y afirma ser un “interón”, o un nacido en los “intersticios dimensionales”. Jura que no es humano.
—Tiene ingenio para los neologismos, ¿no? Cuénteme cómo explica la cuestión de su cuerpo. Y qué dice acerca del idioma.
—¿El cuerpo? ¡Ah! ¡Por supuesto! Es una de las primeras preguntas que tenemos que hacer en estos casos. Debemos descubrir que argumento brinda el sujeto para…
—Aclaremos algo, Gutiérrez: no le estoy tomando examen. Esto es algo grande, o al menos eso creen las agencias internacionales que, cebadas por los medios, apremian a Maldonatti. Quieren nuestra opinión profesional, vertida en un informe completo y minucioso. Lo convoqué a usted para esta práctica profesional porque es el mejor promedio en mi curso de postgrado. Pero no quiera hacerse el sabihondo conmigo. Que haya obtenido la Licenciatura en Psicología tan rápidamente no significa nada para mí. Así que no trate de impresionarme. Por ahora sólo limítese a indicar los hechos.
—Muy bien, doctor. Disculpe usted —se excusó Gutiérrez, rebuscando nerviosamente en su carpeta. Consultó una de las maltrechas hojas cuadriculadas y barbotó—: El paciente arguye que a cada Buscador se le asigna un “organismo vehicular”, semejante al cuerpo de un crío de la especie dominante del mundo al cual ha sido destinado.
—Organismo vehicular. Ajá. Muy interesante. ¿Muestra alguna conducta autodestructiva? ¿Autoflagelación? ¿Se deja higienizar? ¿Se abstiene de comer?
—No se ha lastimado, aunque usted sabe que lograr tal cosa es casi imposible. Los enfermeros vigilan a los pacientes todo el día. Y no hay un solo objeto cortante en las instalacio…
—Como ya dijo, Gutiérrez: yo sé que es muy poco probable que alguien pueda lastimarse en mí clínica. Sólo quería saber si el paciente lo había intentado. Evite las obviedades, por favor.
—Desde luego, doctor. Sólo los hechos. Veamos. El paciente se alimenta bien, aunque dice que todo le sabe extraño. Los enfermeros que custodian las duchas no han reportado inconvenientes. Sin embargo, se pasa las horas frente al espejo del baño, palpándose el rostro y haciendo mohines de asco. Le dan arcadas cuando se toca el cabello. A veces, se acaricia la nariz, los genitales o los dedos de los pies con evidente extrañeza, como buscando la razón de tener tantos apéndices.
—Delirio somático.
—Eso es. Aunque este síntoma del cuadro de Tristán no estaría relacionado con alguna parte de su cuerpo, sino que todo él le parece nauseabundo. Por eso creo que se trata de una insólita variedad del síndrome de falsa identificación: a Tristán le disgusta su cuerpo, pues asegura que no es suyo, que se lo adosaron para arreglárselas en nuestro planeta. Por momentos parece haber olvidado cómo usar sus miembros. Los enfermeros me han contado que han tenido que enseñarle a emplear los inodoros, fíjese usted. Al principio se ensuciaba las ropas. O le daba lo mismo orinar y defecar en cualquier lado. Ahora se ha aficionado a la masturbación. Está muy entretenido con su nuevo hobbie.
—Interesante.
—Sí. Cuando no manifiesta un abierto rechazo por su cuerpo, su comportamiento indica que éste le parece algo sumamente raro.
—Investiga su cuerpo. En eso es como un niño curioso.
—¡Exacto, doctor! El pensamiento del infante que se descubre y descubre el mundo, investigándolo todo sin condicionamientos ni tabúes, de alguna forma preanuncia los esquemas del pensamiento racio…
—¿Va a parafrasearme a Piaget muy seguido? —preguntó Safulvio, mirando al joven por sobre el marco de sus anteojos.
—No. Discúlpeme usted, doctor.
—¿Y el asunto del idioma, Gutiérrez?
—Bueno: aquí vuelven a aparecer los detallados argumentos que organizan su delirio, fíjese usted. Los interones que son amalencados, atraviesan las supra y las infra…
—¿Cómo dijo?
—Discúlpeme, doctor. “Interones” son los entes de…
—… de los intersticios interdimensionales. Pero no recuerdo que me haya explicado lo demás.
—¡Oh! Por supuesto. “Amalencar” parece referirse a la técnica que usan los Buscadores para materializarse en el mundo donde son enviados. “Supra” e “infra” son formas abreviadas para “supradimensiones” e “infradimensiones”. Es que se me ha pegado la forma de hablar del paciente. Discúl…
—Ajá. Siga, hombre. ¡Y no se disculpe tanto, por Dios!
—Los Buscadores, decía, son entrenados para comunicarse con la especie dominante del mundo dónde se los amalenca.
—Por lo tanto los mentores que Tristán tuvo en la academia de interones que aspiran al amalencamiento sabían que en esta parte de la Tierra hablamos castellano —se burló Safulvio, torciendo la boca en una cínica sonrisa.
Al licenciado le pareció prudente festejar la ironía del doctor:
—¡Sí que es absurdo! Aunque también afirma que, además de hablar con fluidez doce idiomas terrestres, domina ocho lenguas “rustaníes” y diez “tuleposianas”.
—Interesante. ¿Lo verificó?
—¿Doctor?
—Lo de los idiomas terrestres, hombre.
—¡Ah! Por supuesto. Discúl… Eh, pues no. No he podido verificarlo, fíjese usted. Dice que no tiene sentido hablar en otra lengua cuando el castellano sirve perfectamente.
—Loco pero no tonto.
—¡Exacto! Como en todos estos casos. El paciente, utilizando esquemas que responden a una lógica de factura propia, evitará que se desmorone el andamio sobre el que se erige el cuadro psicopatológico que le brinda estabili…
—¡Ya le he dicho que no tiene que recordarme lo que dicen los libros, Gutiérrez! Está agotando mi paciencia. ¿Por qué no me cuenta más sobre los Buscadores?
—Los Buscadores, por supuesto. En apariencia se trata de una orden de interones cuya finalidad es hallar unos “pórticos”. Con ese propósito son amalencados a través de las diversas supra e infra.
—¿Pórticos? —dijo el doctor, mientras se rascaba las orejas con fruición.
—Así es, fíjese usted. Dice que son puertas interdimensionales que existen en la mayoría de los mundos que visitan, o algo por el estilo.
—A ver si entendí bien. Ellos pueden trasladarse a través de las dimensiones físicas. ¿No es así? Entonces, ¿por qué buscar esas puertas cuando pueden amalencarse?
—El paciente sostiene que a través de los pórticos los interones extenderán la “red metaversal”. Por lo que pude entender, se trata de una trama de senderos interdimensionales que une a múltiples mundos habitados, que de otro modo permanecerían separados por distancias insalvables. Sucede que sólo los interones tienen la habilidad de amalencarse. Pero a través de la red, cualquiera de los habitantes de los mundos enlazados podría recorrer todo el espectro dimensional del “metaverso”. Desde los mundos situados en la más baja de las infradimensiones hasta los que se encuentran en más elevada de las supradimensiones.
—Mierda, Gutiérrez. Como lo plantea, ese “metaverso” parece un lugar donde imperan las diferencias clasistas…
—¡Ja, ja! ¡Qué ocurrente, doctor! —Ahora el licenciado festejó la chanza con soltura. Pero calló repentinamente al ver la adusta expresión de Safulvio.
—Y supongo que el paciente asevera que lo enviaron a Buenos Aires a buscar uno de esos pórticos: el argumento de una novela barata de ciencia ficción.
—Sí, doctor. Recuerdo haber visto una película donde un hombre internado en un siquiátrico afirma ser un extraterrestre…
—“Hombre mirando al sudeste”.
—¡Exacto!
—Hay decenas de ejemplos, Gutiérrez. Pero volvamos a nuestro Tristán.
—Él insiste en que fue enviado a la Tierra como una especie de Adelantado. Aunque en una ocasión comentó que hubo otro Adelantado, amalencado antes que él. Habló de ese Buscador como si se tratara de un desertor. Es más: dice que él debe “activar” el pórtico que ese primer interón “inhabilitó”. El pórtico está ubicado en… A ver. Permítame revisar mis anotaciones. ¡Aquí está! En el pasaje Butteler, en Parque Chacabuco.
—Butteler. El pasaje más extraño de Buenos Aires. Yo crecí en ese lugar, Gutiérrez.
Por un momento la ceñuda expresión de Safulvio se ablandó, y su mirada traspuso los anteojos en busca de las frágiles imágenes amontonadas en la memoria. Se recostó sobre el respaldo de su sillón, y el rayo de sol que entraba por la ventana le confirió un halo a su rostro. Continuó con tono melancólico:
—Se trata de cuatro callecitas que corren diagonalmente desde cada esquina de la manzana, dividiéndola en trapecios. Forman una equis en cuyo centro hay una plazoleta rectangular, frente a la cual se levanta la casa de mis difuntos padres.
—¿Vivió allí? Pero fíjese usted qué casualidad, doctor…
—Sí. Recuerdo que al salir de la escuela, mis amigos y yo íbamos a esa placita a jugar durante toda la tarde… ¿Le gusta el tango, Gutiérrez?
—¿Cómo dice, doctor?
—El tango, Gutiérrez —repitió Safulvio. Entonces cantó, impostando la voz, pero sin afinar—: “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé... En el quinientos seis y en el dos mil también”.
El licenciado lo miró confundido.
—¿Nunca escuchó “Cambalache”? Es uno de los más grandes tangos de la historia… La plaza del pasaje Butteler lleva el nombre de su autor, Enrique Santos Discépolo, también conocido como Discepolín.
—Pues, no sé nada sobre él. Disculpe mi ignorancia, doctor.
—¿Sabe una cosa, Gutiérrez? Aunque así parece, yo nunca he estado de acuerdo con la visión tan pesimista que Discepolín tenía del mundo.
El licenciado enmudeció. Safulvio lo desconcertaba. Y como no quería estropear la oportunidad que significaba la práctica, decidió esperar en silencio.
—Vamos, hombre. Está bien. Sé que ustedes sólo escuchan esa música que está moda… ¿Cómo mierda se llama? Ah, sí: reggaetón.
—Bueno, no sólo escucho reggaetón, doctor. Yo…
—¿De modo que el paciente le dijo que hay uno de esos pórticos en el pasaje Butteler?
—¿Significa algo para usted, doctor? Usted vivió allí. Tal vez recuerde algún detalle relevante.
—Nada en particular, Gutiérrez. No Imaginará que yo he visto uno de esos pórticos.
—No, por supuesto. Pensé que…
—Salvo su insólito trazado, Butteler no tiene nada de especial. Sólo es un pasaje más, como tantos otros que hay en la ciudad. Sucede que su mención despertó algunos recuerdos de mi niñez… Hay un detalle que no me explico: ¿Por qué el paciente le contó todo esto? ¿No se supone que el cometido de Tristán es algo así como una misión secreta?
—Así es, doctor, fíjese usted. Pero dice que ya no tiene importancia, porque ha fracasado. Sólo puede esperar “la disolución”, una especie de castigo. Parece que, entre los interones, la disolución es el equivalente de la muerte.
—Ajá. Menudo trastorno persecutorio… —espetó Safulvio, mientras se restregaba las manos con frenesí y se hacía sonar los nudillos ruidosamente—. Me gustaría que me dé un diagnóstico preliminar.
—Luego de someter a Tristán a una meticulosa observación y de entrevistarlo repetidas veces, llegué a pensar que el rasgo distintivo de su psicosis es algún tipo raro de disociación corporal.
—Lo escucho.
—El paciente, fíjese usted, tiene enormes problemas para reconocer su rostro y su cuerpo como propios. El argumento que necesita Tristán para mantener en pie su delirio es el concepto del organismo vehicular, la firme creencia de que lleva a cuestas un cuerpo que no es suyo, un cuerpo que le resulta extraño y repugnante. Su infancia y adolescencia tienen que haber sido muy traumáticas. Es muy probable que haya sido víctima de violaciones reiteradas y de castigos físicos regulares. Yendo de un correccional a otro desde temprana edad, antecedentes de este tipo no serían de extrañar. Si repasamos los polos del self…
—La Escuela Francesa.
—¡Exacto, doctor! —Ahora, el licenciado estaba completamente inmerso en la explicación de su hipótesis. Las mejillas encendidas indicaban su grado de exaltación. Estremecidas por sus manos inquietas, las arrugadas hojas cuadriculadas escapaban de la carpeta azul como pájaros asustados—. Tristán ha desarrollado un delirio por depreciación del polo corporal, que se completa con la exaltación del polo intelectual: su psicosis es, de alguna forma, una parafrenia. ¡De ahí surge todo el asunto de los interones y los Buscadores que son amalencados tras la pista de los pórticos!
—Muy bien, Gutiérrez, muy bien. Suena convincente. Sugiero que categorice la parafrenia del paciente basándose en la clasificación diagnóstica tradicional. No creo que el DSM tipifique de un modo claro un caso como éste. Relea a Kraepelin. Revise la noción de “Psicosis fantástica” de Henry Ey, ahondando en el pensamiento paralógico y la megalomanía. Recuerde que no hizo mención alguna de alucinaciones. Inevitablemente, una parafrenia de éste tipo debería provocar episodios alucinatorios. ¿Tristán ve o escucha a otros interones? ¿A otros seres del metaverso? Y otra cuestión es que no ha referido episodios cenestésicos extraños. Si usted está en lo cierto respecto de la disociación corporal, el paciente tiene que experimentar alucinaciones cenestésicas. Seguramente hay mucho de eso. Indague más.
—¡Por supuesto, doctor! No lo había tenido en cuenta… —barbotó el licenciado, mientras garrapateaba nerviosamente las indicaciones del Safulvio sobre una de sus hojas.
—Y por último Gutiérrez, le sugiero que incluya en su reporte algún dato sobre la relación entre masonería y arquitectura. Hágalo al comentar sus impresiones del pasaje Butteler. Me imagino que tiene pensado ir por allí: su trabajo no estaría completo sin una visita a la plazoleta “Enrique Santos Discépolo”.
—Si, desde luego. Pero… ¿Masonería, doctor?
—Sí, Gutiérrez. Los medios han levantado una polvareda bárbara con el paciente. Imagínese. Un tipo que no existe, que no figura en registro alguno. Un indocumentado que está loco de atar y que tiene antecedentes penales. ¡Y que asevera haber nacido en los intersticios dimensionales! El menor de los peligros es que el sujeto se transforme en adalid de los ufólogos, conspiradores y agitadores místicos ¿Y si Tristán se ha fugado de alguna secta destructiva? ¿Si es un terrorista al que algún grupo fundamentalista le ha lavado el cerebro con técnicas de adoctrinamiento extremas? Tal vez los inquisidores de la CIA y el FBI que acechan a Maldonatti se conformen con una fría explicación psicopatológica. Pero el periodismo sensacionalista y la opinión pública querrán algo más. Algunas logias masonas creían en el poder de la arqueopolisomancia, una disciplina esotérica que establecía cánones arquitectónicos anómalos. Al edificar según estas reglas, se componía alguna clase de sortilegio capaz de atraer a entes sobrenaturales. Será un detalle que las crónicas amarillistas no pasarán por alto. Confío en el que juez sabrá apreciar el gesto.
—Muy bien, doctor.
—¿Recuerda que le dije que no le estaba tomando examen? Pues no le mentí. Pero quiero que sepa que su tesis de graduación contará con algunos puntos de antemano si sigue mis instrucciones al pie de la letra, Gutiérrez. Lo espero la semana próxima para revisar la versión definitiva del informe.

Esa tarde, al salir de la Clínica de Psicopatías Complejas, el doctor Safulvio condujo hasta Parque Chacabuco, porque la nostalgia lo había atrapado definitivamente. Estacionó su Volkswagen en Senillosa y Avenida Cobo. Salió del automóvil y se detuvo justo en la esquina del brazo sudoeste del pasaje con forma de equis. Contempló los verdes hierbajos que asomaban entre los adoquines del empedrado: el tránsito que circulaba por Butteler era escaso. Pensó que el tesón de esos pastos ralos era admirable. Cuidando de no pisotearlos, avanzó a través de la calle liliputiense. Penetró en un mundo al margen del tiempo, donde el aire de arrabal tanguero se espesaba entre las paredes decoradas con coloridos murales y algunos graffitis de variado tenor: desde la ferviente expresión futbolística hasta la declaración de amor o el mensaje obsceno ilustrado.
Al llegar a la plazoleta central, tuvo la sensación de haber arribado a una antigua aldea desierta. El busto de Discepolín, de bronce verdinegro, esperaba en vano el súbito abrazo de una última musa inspiradora. Ahora su destino era el de un centinela inmortal que debía proteger el arenero, los juegos, los maceteros y los bancos: todo el mobiliario que la posteridad le había dejado. El alambicado tobogán y los maltrechos subibajas posaban como esqueletos de un museo. La plaza —un cuadrado de asfalto cercado con pétreos cordones— era un microcosmos que parecía arrancado de algún extraño sitio para terminar enclavado en el centro de esa manzana. Una angosta calle de lustrosas piedras, idénticas a los adoquines que empedraban los brazos de la equis, rodeaba la plazoleta, como un foso cavado para otorgar invulnerabilidad a un alcázar medieval.
Imanol Safulvio rememoró cómo él y sus amigos de la infancia poblaban la plaza, dando vida a las chirriantes hamacas, gritando y riendo. Contar con una plaza propia era motivo de gran felicidad. No cualquier chico tenía la suerte de salir de su casa, cruzar en dos o tres saltos una calle completamente inofensiva, y ya estar revolcándose en la arena, o hamacándose, o lanzándose por el tobogán. Paseó la mirada sobre las fachadas de las casas hasta encontrar la deslucida puerta de madera marrón. Buscó el ovalo de chapa, amurado a la mampostería. Sí, ahí estaba: “Butteler 11”. Aún podían leerse las letras blancas sobre fondo negro. Esa era la casa de su niñez. Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando pensó en sus padres, Rubén y Amelia Safulvio. Lo habían adoptado cuando tenía tres años y desde entonces le habían prodigado mucho amor y una educación, todo lo que lo había transformado en lo que él era hoy.
Cuando sus padres murieron, Imanol había vendido la casa de Butteler 11. Sólo regresaba para cumplir con las rondas de guardia. Pues nunca había olvidado que la plazoleta era un templo, un centro nervioso, un faro capaz de trasponer las sombras y el humo de la ciudad para convocar a los engreídos seres que deambulaban ociosamente a través de una miríada de mundos, empleando para ello una trama inconcebible.
Por fin había llegado el momento para el cual se había preparado durante tantos años: la constante vigilancia había dado sus frutos. Los Buscadores habían decidido probar nuevamente en esta región, utilizando su desalmado régimen. Sobrevivir en un mundo completamente extraño nunca era un asunto sencillo para un Adelantado. Él había sido muy afortunado. Pero Tristán no había tenido su suerte.
Se preguntó cuándo volvería a escuchar las voces, cuánto tardarían en establecer contacto visual con él. Se encogió de hombros: los mensajes intimidatorios no lo habían asustado antes y tampoco lo harían ahora. No temía a la disolución: a estas alturas, los Buscadores sabrían que él era el único interón que podía activar el pórtico de Butteler. No podían darse el lujo de eliminarlo. Nadie podría discernir los intrincados pases que había hilvanado a través de la equis, haciendo caminatas cuidadosamente esquematizadas. Había echado un formidable cerrojo sobre este mundo. El fracaso de Tristán probaba que la taumaturgia que había proyectado sobre el pasaje de peculiar arquitectura era eficaz. Recordó a los masones y sonrió. Pensó que resultaba muy curioso que, en la mayoría de los mundos en los que había sido amalencado, hubieran surgido creencias religiosas, disciplinas científicas o filosofías herméticas que vislumbraran torpemente los principios del traslado metaversal.
Imanol miró su reloj: las ocho menos cuarto. El día había sido bueno, después de todo. Se acercó al busto de bronce. Entonces se pellizcó la nariz repetidas veces, y también se rascó las orejas con insistencia. Pensó en Gutiérrez y su diagnóstico: al menos tenía razón respecto de la disociación corporal. Aunque hacía mucho tiempo que su organismo vehicular no le asqueaba, seguía siendo difícil eliminar los tics, aún después de tantos años. A lo largo de su prestigiosa carrera, había conocido a muchos colegas que pensaban que él padecía el síndrome de Tourette.
—¡Discepolín querido! —murmuró, palmeando la cabeza del busto— ¿Cómo podías saber que, cuando escribías “Cambalache”, relatabas con precisión cómo es el lugar de mierda donde yo nací? Describiste la insulsez del hábitat de los interones, la vanidad de sus corruptas castas dinásticas, estirpes de dioses perezosos y hedonistas. Denunciaste la indolencia del metaverso: esa masa amorfa que ha absorbido la belleza de la singularidad. Que, junto con los parsecs, ha fagocitado las barreras de la identidad. ¡Ese es el verdadero cambalache, que sólo ha conseguido que los rasgos distintivos de tantas civilizaciones se disuelvan en un coctel promiscuo! En cambio, este mundo que has creído una porquería es maravilloso. ¿Oíste, querido Discepolín? ¡Maravilloso! Y por eso debe seguir intacto…
Una euforia ardió en su pecho, renovando el compromiso que había asumido tanto tiempo atrás: se había jurado a sí mismo que nunca permitiría que la Tierra cayera en el cambalache metaversal.
Cuando puso en marcha el Volkswagen, las luces halógenas de los postes de alumbrado se encendieron y el añoso empedrado del pasaje Butteler —sobre el cual se delineaba el invisible y enmarañado cerrojo del mundo— se tiñó de fulgores blancuzcos.

lunes, 3 de noviembre de 2008

PRIMER CONTACTO

Por Martín Adrián Ramos

JEFF CORBIN, JOVEN FILÁTROPO Y AVENTURERO, HEREDERO DEL CONGLOMERADO CORBIN & GALACTIC, CARGAS ESTELARES, EN MISIÓN DE EXPLORACIÓN.
—Agrega contacto… Primer contacto.
JEFF CORBIN, JOVEN FILÁTROPO Y AVENTURERO, HEREDERO DEL CONGLOMERADO CORBIN & GALACTIC, CARGAS ESTELARES, EN MISIÓN DE EXPLORACIÓN Y PRIMER CONTACTO.
—Muy bien.
(carraspeo)
—Autoridades del Conglomerado, familiares y amigos: No los aburriré reiterando aspectos que ya figuran en archivos anteriores. Tengo el agrado de informar que estoy a punto de teletransportarme a la superficie de este planeta recién descubierto y el contacto es inminente. Saben que rehúso la técnica de la observación metódica y los largos informes; ese no es el modo de actuar de los hombres de acción. Y seguramente esta nueva raza sabrá entenderlo así. Quiero establecer el encuentro de modo informal y, para minimizar la posibilidad de que el extraño se sienta incómodo o invadido en su privacidad, no utilizaré más dispositivos de registro que los que se hallan aquí, en órbita. Para documentar el suceso, me mantendré comunicado en todo momento con Wiston, la confiable IA de abordo, quien me asistirá a través del osteófono y monitorerá mis acciones, anexando al presente informe todos sus registros acerca del contacto a partir de que yo abandone esta plataforma. Es decir, a partir de... ahora.

Jeff Corbin se materializa junto al disco plateado, a unos veinticinco metros de donde se encuentra el extraterrestre, y mira a su alrededor.
(La imagen muestra un prado en las cercanías de un bosque. La nave del extraño, un enorme disco plateado, refleja los cambiantes tonos del cielo anaranjado).
El extraterrestre no parece inquietarse ante la repentina aparición; su actitud se podría calificar de cautelosa curiosidad.
Se confirma lo observado en el momento del descubrimiento: ARCHIVO 472-A6-Z21: “el extraño es alto y robusto y tiene el cuerpo cubierto de pelo; el pelo es de un rojo intenso en la cabeza y se va aclarando hacia los pies”. Fin de la referencia.
El extraterrestre se mantiene a un lado de la nave, como esperando el desarrollo de los acontecimientos. Está erguido, no viste ningún tipo de ropaje y no da la impresión de que lo incomode el hecho de estar desnudo frente a un desconocido. Sostiene una esfera azulada que pasa de una mano a la otra; presumiblemente, algún dispositivo de comunicación.
Se ve tranquilo y listo para el contacto.
Jeff Corbin lo contempla exultante —Muchas veces, a lo largo de los viajes que ha hecho utilizando los servicios de esta nave, ha mencionado cuánto lo emociona la perspectiva de pasar a la historia como el primer humano en hacer contacto con un ser de otro mundo. Desde que atravesamos el Pórtico no habla de otra cosa.
Monitoreando sus signos vitales, le recomiendo controlar su entusiasmo.
Responde con una risa ahogada; pide instrucciones y cumplo en transmitirlas al osteófono.
Ansioso por acometerlas, Jeff Corbin acorta la distancia que lo separa del extraterrestre a unos veinte metros. Levanta una mano y con una gran sonrisa en la cara dice:
—Yo te saludo en nombre de la Humanidad.
El extraterrestre deja caer la esfera y lo mira, no de buen modo.
Analizando el gesto, le aconsejo a Jeff Corbin sentarse y no parecer amenazante —Tal vez el sonido esté mal visto entre los miembros de esta especie. O tal vez no utilicen un lenguaje hablado.
Pasan unos minutos contemplándose el uno al otro.
Finalmente, el extraterrestre recoge la esfera.
Entonces Jeff Corbin se incorpora y, siguiendo nuevas instrucciones, sin emitir sonidos, sólo con señas, describe su partida de la Tierra, todo el viaje hasta llegar a ese planeta, hasta ese encuentro, su felicidad por encontrarse allí y sus buenas intensiones; termina llevándose las manos al pecho y haciendo el ademán de ofrecerle su corazón al extraño.
El extraterrestre responde acelerando el paso de la esfera de una mano a la otra, y acercándose unos cinco metros más.
Recomiendo seguir su ejemplo.
Jeff Corbin lo hace, y continúa con su descripción gestual de la civilización humana y los adelantos que llevaron a los terrestres al espacio, a la exploración, al descubrimiento del Pórtico y por fin a este encuentro. Y, con una amplia sonrisa, se acerca otros cinco metros.
El extraterrestre luce interesado.
Jeff Corbin, motivado por lo que califica de grandes progresos, continua con los ademanes, tratando de mostrar un poco de la cultura humana: bailes típicos, algunas famosas obras de teatro, distintas disciplinas deportivas, oficios varios e incluso ejercicios de la academia, y finalmente extiende la mano, ofreciéndosela al extraño en señal de amistad.
El extraterrestre lo contempla durante un instante, deja caer la esfera, salta sobre Jeff Corbin y lo devora en pocos segundos.
Momentos después, dos seres altos y delgados salen del bosque. Oprimen una parte del disco y se abre una compuerta. Mientras uno de los seres entra en la nave, el otro ser emite un silbido. La esfera se levanta y vuela hacia el ser. El extraterrestre va corriendo detrás, ahora en cuatro patas. El ser arroja la esfera y el extraterrestre corre detrás de ella, la alcanza de un salto y la trae de regreso. El ser lo palmea en la cabeza, entran al disco y la compuerta se cierra. La nave se eleva y abandona el planeta.

FIN DEL ARCHIVO.

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