domingo, 1 de agosto de 2010

Excelente reseña de Los muertos, de Jorge Carrión

20 de julio de 2010. Tomado de http://interferenciasonica.blogspot.com/2010/07/la-novela-multiplano-una-lectura-de-los.html


LA NOVELA MULTIPLANO. UNA LECTURA DE LOS MUERTOS, DE JORGE CARRIÓN (O EL FIN DEL MUNDO NO ES UN JUEGO)


-¿Quién nos hace sufrir tanto? ¿Quién escribe el mundo?

Grant Morrison, Animal Man núm. 24; DC Comics (1990)


ATENCIÓN: Lo que sigue es un spoiler gigante de una novela-spoiler


La sinopsis oficial

Contraportada del libro: “En un callejón de Nueva York se materializa el cuerpo desnudo de un hombre. No recuerda quién es y no entiende dónde está. En una ciudad infernal, donde los recién llegados del “más allá” son tratados como inmigrantes ilegales, el protagonista tendrá que sobrevivir y buscar su identidad, en manos de “adivinos” capaces de “adivinar el pasado”. Pronto se verá inmerso en una espiral de mentiras, violencia y sexo, que escalará desde un jubilado atormentado por sus falsos recuerdos hasta la mafia, la CIA y la mismísima presidenta de Estados Unidos, la afroamericana Hillary Clinton. El laberinto ha sido planificado por dos misteriosos artistas: Mario Alvares y George Carrington, que acaban de desaparecer en una isla desierta.”

Retos y spoilers. Todo es novela.

La novela Los Muertos (Mondadori), de Jorge Carrión, supone un reto a muchos niveles: lector, cronista y autor van a estar (o han estado ya) expuestos a una continua tensión informativa ofrecida por la compleja construcción escenográfica de la obra, en la que se trasladan (que no adaptan) sobre la narrativa, estilos y texturas de lugares no siempre fácilmente reconocibles en literatura. El storyboard o guión de lo que parece ser una teleserie de ciencia ficción de dos temporadas, los ensayos teóricos sobre ésta, así como la escueta entrevista final o incluso la misma sinopsis oficial de la contraportada. Todo quiere ser novela.

El fenómeno fan.

Al lector se le va a exigir espíritu inquieto para poder acompañar los múltiples saltos de plano que ofrece la obra, y así no quedarse varado en el mero disfrute pasivo que supondría la contemplación de las dos temporadas de la teleserie. No sólo eso, sino que se le animará a una relectura de la obra (“Se ha impuesto la moda de la relectura y la revisión”, p. 81), como quien revisiona cualquier serie televisiva de culto en busca de todo matiz viviente. ¿El fenómeno fan trasladado a la literatura? Por otra parte, a todo aquel que quiera hablar sobre la novela se le aparece otro reto, dado que no sólo es imposible, sino que es irresistible la tentación de desvelar detalles importantes de la obra, en un intento de descomponerla. Toda la novela es un GRAN SPOILER en el que, detrás de cada pequeña pieza, se esconden nuevas perspectivas, campos y focos de atracción. Y ése ha sido también un reto, ahora para el autor: trasladar a los seguidores de la obra la enigmática impaciencia que envuelve al friqui-fan televisivo de última generación.

Realidad y ficción
Pero Carrión no mimetiza o traslada el lenguaje y formato del serial televisivo a la obra literaria (ésa sería una lectura demasiado reduccionista). Lo utiliza como instrumento y a la vez como argumento, al igual que los ensayos que acompañan a cada una de las dos temporadas de la serie (las “partes narrativas” de la novela), para lograr algo mucho más complejo: remover la percepción de la realidad y la ficción, a través de complejas elipsis, confundiéndolas, al igual que un individuo confunde su identidad, para describir la gran crisis existencial en la que el mundo, en cualquiera de sus planos, está sumido. Lo terrorífico es la verdad: en pleno siglo XXI, realidad y ficción son lo mismo. ¿Contra qué podemos confrontar la ficción? Generation Kill (David Simon y Ed Burns, 2008), miniserie de la cadena HBO que narra de forma hiperrealista las crónicas de un batallón de marines en el primer asalto a Irak en la invasión de 2003, es, como la novela de Carrión o el canal de noticias CNN, un brillante ejemplo.


Construcción (la elipsis como aviso de spoiler). Primeras preguntas.

La sinopsis oficial que aparece en la contraportada es más que destacable. Por lo que dice y por lo que no quiere decir. Empecemos por esto último. ¿No es extraño que la única referencia al formato televisivo de la narración sea el eufemístico “Con fuertes conexiones con formatos propios de internet y con las mejores teleseries norteamericanas de de nuestra época,(...)”? Como ya se ha comentado, a partir de una ficción televisada, mediante una traslación a lo literario de la sucesión de escenas de un storyboard, se narran los acontecimientos de una serie de TV llamada Los Muertos. La primera temporada de la serie, ambientada en un NY post-apocalíptico en 1995, constituye la 1ª parte del libro, una narración distópica de ciencia ficción perfectamente descrita en la contraportada ya citada, aparentemente clásica en el contenido y atrevida en la forma. Pero llega la sorpresa a medida que avanza la serie, y en lo que sigue al final de esa 1ª temporada. Perfectamente engarzado al epílogo de la serie (uno de los grandes momentos de la novela, con flashes exhalantes repletos de revelaciones al lector -espectador- sobre los personajes que han protagonizado la temporada) se incluye un ensayo fechado en 2011 (por tanto, ¿supuesto ensayo?), escrito por una tal Martha H. de Santis, que recoge las reacciones suscitadas por la serie en la sociedad. El lector entra en estado de shock al comprobar, si no lo había ya vislumbrado antes, cómo todos y cada uno de los personajes que protagonizaban la serie provenían de la ficción televisiva o cinematográfica, pero resucitados en un limbo en el que se sentirán foráneos, perdidos, sin identidad, sin papeles... ¿Acaso no son, por ende, inmigrantes ilegales?

Porque no estamos ante un simple fan-fiction, que podría suponer emotivos pero lacrimógenos homenajes a personajes populares de nuestra propia ficción (el agente de Jungla de Cristal John McClane, los replicantes de Blade Runner o personajes de la Lista de Schindler...). Nada más lejos de la realidad: el ensayo de Martha H. de Santis deviene una herramienta narrativa que permitirá llegar al fondo (o fondos, algunos quizás demasiado escondidos) del asunto, redimensionando la novela y sus acontecimientos y modificando sutilmente el plano en el que se desarrolla la acción y el punto de vista desde la que la obra ha de ser afrontada por el lector. Si el núcleo de la trama se encontraba hasta ahora en el desarrollo de la 1ª temporada de la serie, el ensayo de de Santis provoca que la trama continúe avanzando en otro plano: la detallada explicación sobre la repercusión y la locura que genera la serie en el planeta, con elementos tan curiosos como la aparición de la red social MyPain.com, en la que los individuos pueden recrear (resucitar) personajes de ficción fallecidos, acudiendo a pujas millonarias por los más mediáticos para así resolver (¿aliviar?) el duelo ante la pérdida de un ser querido, no hace sino detener la mirada en la figura del fan extremo y cegado, capaz de no poder distinguir entre un coche aparcado en el garaje y el vehículo de Super Mario Kart que conduce en la Super Nintendo.

Todo ello es un segundo estadio en la narración. El polo se ha movido hacia una versión 2.0 de las mismas preocupaciones que aparecían en el primer estadio (la 1ª temporada de la serie): extremismos, comunidades en continuo conflicto por el espacio, la identidad, el poder, el dominio... ¿No es también el duelo ficcional sufrido por la sociedad -y que Carrión plantea como tema- una excelente excusa para lo recién explicado? Y todo en un cambio formal contundente, una declaración de intenciones: la teoría como aparato narrativo, no cómo conocimiento especulativo, de la Historia, del Hoy.

Lo mejor: ¿cuál será el siguiente plano narrativo? Porque ya está dicho, Los Muertos es una novela revolutum, híbrida, que se nutre tanto de técnicas procedentes de la imagen como del ensayo, para ser construida. Pero no nos equivoquemos: todas y cada una de las páginas escritas por Carrión son novela. Una novela multiplano, en que en el primero de ellos, el cuerpo narrativo son las dos temporadas de la teleserie, y en los siguientes, el peso lo acabarán soportando tanto los ensayos como la entrevista final a los autores de la serie, personajes absolutamente determinantes.

Teoría y narración.

Los ensayos incluidos no son mera teoría que necesite autojustificar el producto o aclarar lo escrito. Son verdaderos motores dinámicos que hacen avanzar el relato en un salto vertiginoso hacia cotas insospechadas, un poco a la manera de la fenomenal figura del Arquitecto, en la injustamente tratada Matrix Reloaded (2003, Andy Wachowski y Lana Wachowski): la explicación que hace a Neo la representación virtual del creador de Matrix dinamita la narrativa de la película, y el espectador recibe un shock. La teoría deviene narración. Son ambos (la película de los Wachowski y la novela de Carrión) dos casos en los que la teoría provoca que el núcleo de la historia mute, cambie de plano desde uno más clásico (por decirlo de forma antipática), el del universo distópico, hacia otro metaliterario, aunque igualmente distópico: un relato apasionante en el que los personajes de la novela dejan de ser (sólo) los “personajes” de la serie, para ser personajes (también) los autores de los ensayos. Los planos se mezclan y Carrión empieza a resquebrajar el “cuarto muro”, las barreras de la realidad: las normas se han roto, y con los sucesos de la segunda temporada de la serie, el lector se encontrará al borde del abismo. Durante ésta se van sucediendo desapariciones, sin aparente explicación, de los personajes que “viven” en esa realidad, a la vez que se sucede una lucha de bandas por el dominio de la ciudad, en un guiño majestuoso a las dos familias más famosas de la mafia ficcional. La falta de identidad de la primera temporada torna ahora en miedo, terror, por la desintegración, el dejar de existir. ¿Dónde van a parar los desaparecidos, personajes aparentemente resucitados de la ficción? El lector (o televidente), en inquietante estado de ansiedad y empatía, ya no sabe dónde está o dónde situarse, y empieza a debatir sobre “su” propia percepción de la realidad, es decir, a mantener el mismo monólogo interior que padecen los muertos durante la segunda temporada del serial televisivo. ¿No se está convirtiendo el lector también en personaje de la novela? Dejémoslo para más adelante.

4º muro.

En la alucinante etapa del guionista Grant Morrison al frente del cómic Animal Man (1988-1989, DC Comics), se ofrece un sorprendente tour de force en el que el protagonista (un superhéroe devaluado y por aquel entonces casi olvidado del universo DC) acabará descubriendo la verdad en la que viven atrapados él y su familia: descubrirá, por un lado, que todos ellos son personajes de ficción, marionetas atrapadas entre cuatro paredes (las viñetas), y por otro, que los personajes de cómics olvidados por los guionistas, los que ya no son utilizados en ninguna serie, acaban en el llamado “limbo de los cómics”. Morrison propone un interesante debate ético que llevará al enfrentamiento directo del personaje protagonista, Animal Man, con el lector, dirigiéndose hacia él con un espectacular y angustiado“¡Puedo verte!”, así como a una intensa discusión dialéctica con su guionista (el propio Morrison), siempre con la desesperanza como eco de fondo.


Unas citas, todas en boca de personajes del cómic sumidos en plena crisis de identidad:

“Tenemos derecho a vivir, igual que todos. Podríamos encajar.”

“¡Si me descartan nunca volverá a verme nadie!”

“Todos podéis ser vistos. Nuestras vidas se repiten cada vez que alguien nos lee. Nunca moriremos. Sobrevivimos a los creadores.”

“Entramos y salimos de historias y nuestras mentes llenan los huecos. Creemos tener recuerdos, pero sólo tenemos breves apariciones en las historias de otros personajes.”

Todos ellos se muestran desubicados, aterrados por el conocimiento de la verdad. Es el mismo tono que se vislumbra en el ensayo de de Santis, al reflexionar sobre Mypain:

“Si el clon es una versión genética de un referente humano, ¿no es éste legal y moralmente responsable de su sufrimiento? Esa idea de referente o modelo surge de la teoría según la cual todo personaje literario se inspira de una forma u otra en un referente real” (p. 85).

El miedo al The End.

En Los Muertos, las dudas existenciales, los miedos afloran por todos lados, humanizando a los personajes. Miedos universales que han protagonizado los acontecimientos de la Historia: problemas de identidad, racismo, venganza, lucha de clases o conflictos bélicos. Y por encima de todos ellos, como narra el final de la segunda temporada (y también apuntan elípticamente Carrington y Alvares en la entrevista al programa Larry King Live -emisión de 14/01/2012- citada al final de la novela), el miedo a la desaparición como final de todo, al apocalipsis, al fin del mundo (como en el estupendo último episodio de la segunda temporada de Mad Men, cuando en USA estalla el pánico entre la multitud, en plena crisis de los misiles en Cuba).


El miedo al The End, ficcional o no, es universal. Entonces, ¿no son las dudas existenciales de los muertos resucitados en la serie las mismas que pueden llegar a tener los usuarios de la red social Mypain que los manejan, o las de los mismos televidentes? ¿No son también nuestros mismos miedos, como lectores, al fin personajes de la novela? En un tremendo juego basculante de personajes, la novela de Carrión es tan coral que rompe la barrera del cuarto muro y nos atrapa a todos, lectores que acabamos formando parte de una novela (tercer estadio) que, como una mancha de petróleo, se expande fuera de sus páginas. Pero aunque todos somos personajes, los verdaderos protagonistas son, ya definitivamente, George Carrington y Mario Alvares.

Autores protagonistas. ¿Es The End un inicio?

Incluso la sinopsis de la contraportada forma parte de la novela. ¿Es gratuito el adjetivo “dos misteriosos artistas: Mario Alvares y George Carrington?” ¿Es gratuito que la breve entrevista a los autores al final de la novela se disponga en formato de cita textual, con el valor de certidumbre añadida que ello conlleva? ¿Es gratuito que uno de los pasajes más emocionantes de la novela lo protagonicen ambos, cuando de Santis narra la posible versión de cómo se conocieron Carrington y Alvares? Leemos:

“De todas las (versiones) disponibles, no obstante, tal vez se podría alcanzar un modelo, un patrón: en aquel youth hostel de la frontera entre Egipto, Israel y Jordania, charlaron durante unas doce horas, se tomaron otras tantas cervezas, acabaron borrachos, abrazados, y con el primer esbozo del argumento de Los muertos esquematizado sobre el azul celeste del mar de un mapa. Todas las versiones coinciden, señala Alarcón en que los unió radicalmente algo que compartieron: una información, al parecer relativa a las historias de sus abuelos respectivos durante la segunda guerra mundial. No quisieron responder la pregunta del cronista al respecto”. (p. 87)

Desde luego que nada de ello puede ser gratuito. Jorge Carrión se dedica minuciosamente a dejar pistas para poder focalizar la atención en los dos individuos. Desde el guiño que supone la semejanza de los nombres y apellidos de los autores de la serie con los del propio autor (Jorge Carrión Gálvez), hasta la importante aparición en forma de entrevista de los autores en el programa Larry King Live (¿colofón posterior a un The End falso -el de la serie, y el del mundo analítico de la misma-?). ¿Qué hay hoy más real y verídico que una aparición en directo y en televisión? La CNN narra el presente (un presente) en riguroso directo y la BBC narra el pasado. ¿No es el futuro una combinación o resultado de ambos? En un genial diálogo de la película Zodiac, de David Fincher (2007), en plena investigación de los asesinatos cometidos por el mediático (y jamás descubierto) asesino del zodíaco, dos personajes dan con la clave:

“- ¿Cómo sabemos que esa pista es real?

- Es muy real. ¿Sabes cómo lo sé? Porque ha salido por la TV.”

Hipótesis (lecturas).

Tanto en la entrevista a Carrington y Alvares, como en la sinopsis de la contraportada, se explica que los autores han desaparecido, trasladándose a una isla desierta. Una imagen que perfectamente puede recordar a la huída a un refugio nuclear, o al viaje hasta un lugar apartado de un mundo claramente imperfecto para ellos, un lugar desde el que puedan olvidar todo, y desde el que puedan olvidarse también de ellos. Un reset que es difícil deslindar de las desapariciones masivas de los personajes (de ficción) que tienen lugar en la segunda temporada de la serie, en la que, quizás, se nos esté narrando la desaparición total de la Ficción. El silogismo, no por evidente es menos inquietante: si la Ficción deja de existir, ¿no podría ser un motivo la desaparición de la Realidad que la alimenta, donde es creada? Ficción y realidad son la misma moneda, y una sin la otra no pueden tener razón de existencia. Así, ¿no están Carrington y Alvares, desde un punto de vista ficcional, serializando un fin del mundo, narrando de forma maestra el apocalipsis, el genocidio global? ¿No es ésta la narración del fin de nuestro presente, vista nuestra historia pasada? La huída de los autores a una isla, junto al papel que juega el inquietante personaje de El Topo (el hombre en la sombra, la idea de conspiración personificada), nos puede hacer ampliar aún más el espectro, y preguntarnos sobre la verdadera dimensión de esa huída: ¿por qué no la creación de una comunidad independiente y autónoma, que incluso desconozca la existencia del resto del mundo (recordemos la película The Village -El Bosque- de M. Knight Shyamalan)?


¿O se trata de una huída a la manera de Ozymandias en Watchmen, la obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons, un retiro desde el que borrar todo rastro infectado y enfermo del mundo, para poder empezar de cero?


“Es más difícil crear un mundo que destruirlo”, una declaración (¿de intenciones?) de Mario Alvares (p. 153). Inquietud desasosegante, se precipitan los acontecimientos. Son palabras que buscan motivos. Y cuando se desvela algo más de la historia familiar de los autores, en las últimas páginas del artículo que sigue al final de la segunda temporada de la serie, la sospecha de que nada es porque sí vuelve a cobrar significado. El abuelo de Carrington iba a bordo “de uno de los más de trescientos bombarderos cargados con napalm que participaron en la transformación de Tokio en un infierno, en 1945, poco antes de la bomba atómica”. El abuelo de Alvares “estuvo en Mauthausen, emigró a Estados Unidos en abril de 1947, tras dos años miserables en Francia. "Los que poseían una memoria óptima murieron.” (p. 159). Víctimas del mundo, víctimas de la historia. Como dijo magistralmente Paul Krugman, premio Nóbel de economía: “La historia importa”. ¿Idearon Carrington y Alvares en aquel youth hostel de la frontera entre Egipto, Israel y Jordania, los esbozos de la serie o más bien idearon un final posible a un mundo cruel e injusto? ¿Es la novela de Jordi Carrión una gran elipsis del Fin del mundo? Recordemos lo que dijo el propio Alvares en Larry King Live, el pasado 14/01/2012: “Quizá las buenas preguntas son las que nunca se acaban de responder”. Quizás lo único cierto es que el mundo no está hecho para que juguemos en él.

SERGI DE DIEGO MAS

martes, 18 de mayo de 2010

Concurso "Ciencia Ficción y Vocación Humana", organizado por el Centro de Ciencia Ficción y Filosofía



Entrega de premios II


Este sábado 15-05 fue la entrega de premios del concurso "Ciencia Ficción y Vocación Humana", organizado por el Centro de Ciencia Ficción y Filosofía, perteneciente a la Fundación Vocación Humana, y la Revista PROXIMA. Abrió el evento el Dr. Bernardo Nante, que dirigió una palabras con respecto al papel de la Fundación en el concurso y efectuó la entrega de premios: las menciones a RODOLFO GRASSÍA, por “El corte final”, y a CARLOS ALBERTO MORALES, por “El honor que se merece”, y el premio al ganador: ROLANDO JORGE CONDIS, por “Ustedes saben cómo es esto”, que aparecerá publicado en el siguiente número de PROXIMA.
Para ver el video en facebook:

http://www.facebook.com/photo.php?pid=31074175&op=1&view=all&subj=1193817722&id=1517462033#!/profile.php?id=1193817722&ref=profile

Siguió una charla con los jurados, el escritor Carlos Gardini y el editor Luis Pestarini, acerca de la identidad y la actualidad de la Ciencia Ficción argentina, con la participación del público asistente, y concluyó con unas palabras de Teresa Pilar Mira, quién dirige el CCFF, sobre las actividades del Centro (cursos, taller literiario, cine debate) y su propósito de difusión y discusión del género.
Se adelantó también el anuncio del nuevo concurso que se organizará: un concurso de historieta con el marco "El Eternauta y el Bicentenario", y que tendrá por jurados a Francisco Solano López, Sergio Ibañez y Salvador Sanz.
Por supuesto, todo terminó de la forma más amena: mezclándonos con los asistentes, sacando fotos, tomando café y charlando, charla que unos cuantos continuaron pizza de por medio.
Es que no daba ganas de irse, ustedes saben cómo es esto. :-)

Un beso
Laura

miércoles, 31 de marzo de 2010