jueves, 2 de noviembre de 2023

¿Qué plantas nacen en la caída? ¿Qué sueños embriagan a los que allí llegan?

 05 · 2015

DE AL NORTE DE LOS RÍOS DEL FUTURO

Jerónimo Pimentel

Jorge Panchoaga

1

Vivo en un centro cínico.

Escogí el lugar con detenimiento.

Armé una carpa, clavé estacas y cuidé que una a una atravesaran mis pensamientos; luego cada idea sería una crucifixión y cada silencio el luto de una virgen.

Este es mi país, un territorio sin voluntad donde la intuición rige sobre las cosas.

Un sitio horrible, por cierto.

No tiene sol; una noche apenas interrumpida por gritos de pájaros y el tránsito de una opacidad a otra deja ver cuatro lunas que se ceden mutuamente el dominio de las tinieblas.

Yo, desde mi carpa, especto cada tres horas el cambio lunar.

(Las telas se abren cuando la luz del cuarto satélite refracta el amanecer del primero; días largos donde la única distracción consiste en buscar formas humanas en el juego de fosforescencias que regalan líquenes acuáticos).

El resto del tiempo esperamos que aparezca el mensajero.

Suele tomar el aspecto de Dodo; y le acompañan gansos, buitres, tornillos e insectos.

Vivo en un centro cínico.

Nadie me puede sacar de aquí.

 

 

2

Llego al abismo y pienso: siempre quise construir un puente, pero no sé cómo.

En otro tiempo hubiera bastado tener mucho dinero, contratar a un ingeniero o ser parte de una tribu que cada año teje y testeje una pasarela de cuerdas como ritual.

(O buscar en Internet cómo hacerlo. Pero aquí no hay ingenieros, ni computadoras, ni Internet.

Y tampoco hay puentes.

).

Cuando duermo, sueño que camino sobre una gran estructura de fierro sostenida por arcos que hacen las veces de columnas coronadas por frisos. No son simples motivos, son acertijos concatenados con la solución siguiente. El texto el legible aún si estoy narcotizado.

Este es el mensaje que reveló mi suelo ayer: “orden y contraorden”.

El juego de oposición no implica caos, ni anarquía, ni desconcierto; la palabra es “contraorden”.

Viejas barandas amarillas buscan retenerme a mí y a todo lo que tiende a caer. Yo tiendo a caer y conmigo cae lo que pienso.

El puente no, el puente permanece.

La altura es tan grande que el descenso funde la materia.

Abajo un océano verde.

Antes de perder la consciencia, antes de recuperarla, una pregunta me congela en la nada. ¿Qué plantas nacen en la caída? ¿Qué sueños embriagan a los que allí llegan?

La tienda se abre con Jápeto. Luz ciega, luar.

Mi cuerpo descansa sobre una cama de conejos muertos.

 

 

7

¿Qué hacer cuando no sabes qué hacer?

El corolario de N. Jira a la Ley de Godwin: “Si todo viene hacia ti, es que vas en la dirección opuesta”.

Es una buena pista, pero presenta un problema: el postulado se alimenta de dos presupuestos:

1. Que hay un camino trazado
2. Que dicho camino es recorrido por grupos distintos en direcciones contrarias.

A pensar de su nomenclatura geográfica y de su espíritu orientativo, el mundo donde funciona dicho corolario no es un mapa, es una línea. Por otro lado, a veces la gente abunda y otras falta, ¿qué hacer cuando no tenemos información suficiente para utilizar esta brújula?

Stefan Zweig: “El que obra heroicamente tiene que obrar, por fuerza, contra la lógica”.

Es un apoyo excelente, más refinado, una sentencia tan genérica que puede ser aplicada en cualquier momento. Como ahora, que soy una hormiga que camina al borde de un naipe.

Sin embargo, hay determinados estados en los que no nos sirve en heroísmo ni la lógica, y el sentido común no es cosa clara (después de todo, Zweig pensaba en Magallanes, no en ti, que jamás subiste a un bote porque le tienes miedo a cualquier cosa que sea mayor que tus piernas). Y de hecho, la mayor parte de las veces nos enfrentamos a situaciones ordinarias en las que el heroísmo solo pasa por estupidez y la lógica está descartada por el corolario de N. Jira a la Ley de Godwin.

En tal caso, sólo nos queda aplicar una de dos alternativas:

1. Volver a Séneca: “Para quien no sabe adónde va, no hay buen viento ni mal viento”.
2. La siempre útil Navaja de Ockham: “Ante soluciones equiparables, prefiérase la más simple”. O como sea.


jueves, 28 de septiembre de 2023

No hay héroes y no hay villanos. Solo hay personas

 

Hopepunk y el imperio de hojas desenvainadas

Hace casi dos años hablé por primera vez del hopepunk en mi blog, y con esa pequeña entrada, en la que traducía un artículo de Alexandra Rowland, traje a España esta corriente literaria por primera vez. Desde entonces se ha hablado mucho de ella en charlas, mesas redondas, artículos de blog e incluso en el periódico, para regocijo de todos los amantes de este tipo de historias. A finales de 2019, Rowland escribió otro artículo sobre el tema para el zine The Stellar Beacon, titulado One atom of justice, one molecule of mercy, and the empire of unseathed knives.

Lo leí hace unos meses y me encantó, así que no perdí el tiempo. Le envié un correo a Rowland y me ha dado permiso para traducirlo íntegramente al español, así que ¡aquí lo tenéis! Espero que lo disfrutéis tanto como yo.

UN ÁTOMO DE JUSTICIA, UNA MOLÉCULA DE COMPASIÓN Y EL IMPERIO DE LAS HOJAS DESENVAINADAS – ALEXANDRA ROWLAND

Han construido un imperio de mentiras
Donde entierran dos veces a los muertos
Para alimentar a los vivos
Y solo escapas del yugo del hambre que te aprieta el cuello
Si extiendes las cruentas mentiras
Y ellos también quieren vivir

Construyamos juntos
Un imperio de hambre y hojas desenvainadas
Donde no vivamos en cuartuchos afirmando desear poesía
Cuando solo queremos vivir
Cimentemos las calles con cadáveres
Pues ya lo están, y no podemos alzar a los muertos
Pero dejémoslos fuera la próxima vez
Enterremos las mentiras, no a los vivos
Cuyas bocas llenamos de historias
Construyámoslo pronto, si no hoy

 «Victory Condition», por Astolat

En julio de 2017 acuñé el término «hopepunk», definido en sus orígenes de manera muy sencilla en una entrada de Tumblr: «Lo contrario al grimdark es el hopepunk. Corre la voz». Cuando me pidieron que lo aclarara, escribí: «La esencia del grimdark es que todo el mundo es, inherentemente, bastante mala persona, y hace cosas malas; y es horrible y descorazonador y cínico. Es mirar a la naturaleza humana y pensar: “El vaso está medio vacío”. Read more about online pokies real money. El hopepunk dice: “No, no lo acepto. Que te den: el vaso está medio lleno”. SÍ, somos una mezcla desastrosa de bueno y malo, defectos y virtudes. Todos hemos sido mezquinos y ruines y crueles, pero (y esta es la parte importante) también hemos sido dulces, e indulgentes, y buenos. El hopepunk dice que la bondad y la dulzura no son un sinónimo de debilidad, y que en este mundo de un cinismo y nihilismo brutal, ser bueno es un acto político. Un acto de rebelión».

Creo que el propósito de que me encargaran este artículo era que escribiera algo alentador. No sé si puedo. Creo que eso sería (y me temo que lo sería) agradable. Agradable, qué palabra más horrible. Es una palabra para silenciar cualquier cosa que te incomoda: «No conseguirás esos derechos civiles básicos que reclamas si no puedes ser agradable».

Lo agradable no supone una amenaza. Lo agradable es cómodo. Lo agradable es un vecindario tranquilo, de vallas blancas y monovolúmenes blancos y una demografía apabullantemente blanca, donde no se hablan de temas que no son agradables.

Hopepunk 1
Fotografía de Jonathan Harrison

El mundo nunca ha sido agradable. El mundo siempre ha sido y será una lucha darwiniana e infinita por la supervivencia, un «imperio de hambre y hojas desenvainadas», arañándonos y trepando los unos sobre los otros en una protesta desesperada, mientras aplastamos las botas en la cara de otra persona para elevarnos un poco más a riesgo de que nos aplasten a nosotros.

Pero, de vez en cuando, las personas en medio de la maraña son capaces de mirar abajo y ver la masa de cuerpos deshechos, la base de la pirámide sobre la que se alzan, y por un momento ven cuán inestable es su posición, que su pirámide no se construye sobre tierra firme sino sobre carne humana y dolor humano. Por un momento pueden ver, y la ilusión de lo agradable se les escapa de las manos, y lloran; pero aun así, aun así, no lloran por quienes están bajo ellos que llevan tanto tiempo sufriendo. Lloran como niños que han perdido su peluche. Lloran porque el mundo ya no es tan agradable como pensaban y lidiar con eso es difícil.

Lo agradable es una ilusión, igual que darse cuenta de repente de que todo era mentira. Ves el dolor de los demás únicamente cuando ha durado eternidades. No es algo nuevo: el mundo siempre ha estado en llamas. Durante las primeras semanas de noticias sobre el Servicio de Inmigración estadounidense, que separaba a niños de sus familias y los metía en campos de concentración, busqué antiguas canciones protesta y mis dedos dieron con «Deportee (accidente de avión en Los Gatos)», compuesta inicialmente en 1948. En el puto 48.

El mundo siempre ha estado en llamas. Siempre hemos sido unos monstruos los unos con los otros.

Pero vamos a ello. Hopepunk.

Primero, debes entender que todo es ficción: el dinero, los modales, la civilización. Todo son pequeños cuentos que nos contamos entre nosotros, pequeñas alucinaciones colectivas. Una serie de reglas para que todos juguemos juntos a las casitas.

Terry Pratchett quizá fuera algo menos caritativo: él las llamaba mentiras.

«LOS HUMANOS NECESITAN LA FANTASÍA PARA SER HUMANOS», dice la Muerte en Papá Puerco. «A MODO DE PRÁCTICA. HAY QUE EMPEZAR APRENDIENDO A CREER EN LAS MENTIRAS PEQUEÑAS. […] COGE EL UNIVERSO Y MUÉLELO HASTA QUE NO SEA MÁS QUE UN POLVILLO Y PÁSALO POR EL MÁS FINO DE LOS TAMICES Y ENSÉÑAME UN SOLO ÁTOMO DE JUSTICIA, UNA MOLÉCULA DE COMPASIÓN. […] Y SIN EMBARGO ACTUÁIS COMO SI EXISTIERA UN ORDEN IDEAL EN EL MUNDO. COMO SI HUBIERA UNA… UNA CORRECCIÓN EN EL UNIVERSO POR LA CUAL ESTE PUEDE SER JUZGADO».

Como respuesta, Susan protesta. «Sí, pero la gente tiene que creer en eso, de otra manera qué sentido tiene…».

«EXACTAMENTE LO QUE YO DECÍA» dice la Muerte.

Composición de Mark Sabalauskas

Pero ¿y si dejas de creer que hay, aunque sea, un átomo de justicia en el mundo? ¿Qué sentido tiene entonces? ¿Cómo continúas así?

¿Qué sentido tiene?

Tengo miedo. Estoy perdiendo mi historia, mi creencia en ese átomo de justicia. Lo veo suceder, poco a poco cada día, mientras se desmadeja en mis manos. Y yo soy cuentacuentos profesional. Si alguien debe saber cómo mantener atados los hilos de una historia y evitar que se deshilachen debería ser yo, ¿verdad? Y, si yo no puedo aferrarme a ella, ¿cómo podrán los demás?

Pero quizá es más fácil para otra gente, gente que no sepa que una historia es igual de frágil que un velo de seda. Quizá la aferran con más fuerza, menos nerviosos de rasgarla.

Me da miedo ver en qué me convertiré cuando los últimos hilos se resbalen entre mis dedos. Me da miedo caer en la complacencia, que algo se rompa en mi interior, refugiarme en lo agradable como si fuera el último santuario intacto antes de caer en la desesperación. Mientras escribo, mis ojos se anegan de lágrimas. Y no es una forma de hablar. Me cuesta respirar. Me tiemblan las manos. Tengo miedo.

«El hopepunk dice [sobre la naturaleza humana] “el vaso está medio lleno”», escribió mi yo de mediados de 2017. Parece algo ingenuo ahora, ¿no es así? Esas son las palabras de una persona bajo el manto de una historia que aún no está ajada y deshilachada; una persona que piensa que en sus manos hay una espada; una persona que piensa que, como individuo, puede llegar a marcar una diferencia, que en la humanidad hay algo fundamentalmente bueno.

¿Qué hacemos cuando tenemos las manos vacías, cuando nuestros mantos han desaparecido, cuando miramos a nuestro alrededor y vemos cuán vasto es el mundo? ¿Cuando vemos lo inútiles e insignificantes que somos, que el resto del mundo no es particularmente cruel ni malvado, solo… mediocre? ¿Autocomplaciente?

Si hay algún dios que nos observa, por favor, por favor: libéranos de la autocomplacencia.

Y, si no los hay, si estamos solos en la oscuridad y nuestras velas titilan…, ¿qué hacemos? ¿Cómo vamos a continuar?

¿Qué sentido tiene?

Hopepunk 3
Fotografía de Elijah O’Donnell

Además de ser monstruos los unos con los otros, hay otra cosa que al ser humano se le da de maravilla.

¿Alguna vez has encendido una hoguera frotando dos palitos? ¿Has mirado al cielo nocturno y has pensado que, quizá, contar las estrellas no sería tan difícil? ¿Has intentado construir una biblioteca en Alejandría? ¿Has ido caminando hasta el Polo Norte? ¿Alguna vez te has separado de alguien a quien quieres mucho, muchísimo, a pesar de que preferirías arrancarte el corazón del pecho con tus propias manos, porque tenías que hacer algo importante en la otra punta del mundo y esa persona no podía acompañarte?

¿Cómo lo haces? ¿Cómo lo gestionas cuando la tarea ante ti es enorme e imposible?

¿Cómo lo haces? ¿Cómo continúas?

Así se enciende una hoguera frotando dos palitos: pura, simple y puta terquedad. Así cuentas las estrellas, construyes la biblioteca y vas al Polo Norte. Así te aferras a la historia aunque se desmaneje entre tus dedos. Aprietas los dientes, aguantas el dolor y continúas: estrella a estrella, ladrillo a ladrillo, paso a paso. Puedes lograr mucho cuando decides ser la hostia de obstinade y te niegas a morir.

Deja que te cuente una historia.

Cuando luchas, ganas. Cuando crees en algo bueno y noble, prevaleces. En su interior, la gente es esencialmente buena. La gente cambiará de opinión, aprenderá, crecerá, se arrepentirá, se ganará el perdón. Hay una luz al final del túnel. Es posible matar al dragón. Se puede eliminar de este mundo al mayor de sus males. El amor siempre gana.

Suena agradable, ¿a que sí?

Eso no es hopepunk.

Existe otro subgénero, ligeramente menos conocido que el grimdark, llamado «noblebright»*. El noblebright trata de la bondad y la verdad y eliminar el mal para siempre; va de la bondad fundamental en la humanidad. Son la mayor parte de las leyendas artúricas, la trilogía original de Star Wars, Narnia… En términos de Tolkien, es Aragorn, en lugar de Frodo y Sam (quienes son lo más hopepunk). En el noblebright, cuando vencemos al señor oscuro se salva el mundo y termina nuestro trabajo. El equilibrio y la serenidad vuelven a la tierra. Nuestro rey es bueno y de corazón puro, por eso es el rey.

Hopepunk 4
Fotografía de Ricardo Cruz

Todo es muy agradable.

Si le preguntas al noblebright «¿Qué sentido tiene?», la respuesta es «Erradicar el mayor mal. Terminar la tarea. Salvar el mundo. Ganar».

El trabajo nunca se acaba. El trabajo nunca se acabará. Nunca existirá una utopía cómoda y agradable donde podamos dormirnos en los laureles y tomar daiquiris de fresa junto a la piscina y confiar en que ahora todo va bien y podemos relajarnos. La utopía no es un sistema estable. No es duradero. Lo máximo que podemos esperar son cinco minutos, una hora.

No se puede ganar para siempre. No se puede erradicar al mal, solo rechazarlo durante un par de días antes de que vuelva a colarse, como el agua filtrándose por las hendiduras de una presa.

Hopepunk 5
Fotografía de Randy Colas

Pregúntaselo al hopepunk: «¿Qué sentido tiene?».

Y la respuesta es, por supuesto, que el sentido está en la lucha.

No tienen nada que ver la gloria o los actos heroicos; no se trata del resultado, porque no existe el final. Siempre hay un mañana y, cuando el sol vuelva a alzarse, seguiremos teniendo una presa que contenga el agua. Por ahora. Pero la entropía existe, y las presas hay que mantenerlas, y eso es algo que debemos hacer todos, y se consigue entrelazando los brazos con el de al lado y construyendo una comunidad con una intención deliberada.

Tiene que ver con que el primer paso para matar al dragón es que una persona diga, probablemente borracha en cualquier bar: «Apuesto a que es posible hacerlo».

Es ser buenos por el mero hecho de ser buenos, porque puedes serlo, y que las cosas te importen porque el mundo (de alguna forma, misteriosamente, contra todo pronóstico) vale la pena y tampoco es que tengamos otro lugar al que ir.

Es clavar los pies con firmeza y creer que un único átomo de justicia, una molécula de compasión, existe en algún lugar en el vasto e incomprensible universo; creer en ello, aunque la única razón sea decir que te jodan, colega; que te jodan, que te jodan, que te jodan. Hago lo que quiero y esto, esto es lo que quiero; este es el mundo en el que quiero vivir. Uno en el que existe un átomo de justicia, incluso si yo no lo he visto nunca, incluso si nunca llego a verlo.

Es hacer lo que puedas hacer, aunque sea inútil: plantar semillas en medio del apocalipsis, escupirle a un incendio forestal, vaciar el océano con un cubo. Las acciones individuales son, casi siempre, inútiles. La esperanza y la fuerza vienen de nuestros vínculos con otros, de las acciones que hacemos como comunidad, de darnos las manos en la oscuridad.

La nobleza y la rectitud molan, tienen estilo, y te libran de las críticas (¡qué agradable!); pero te acaban cansando.

Acepta las alegrías sangrientas, vengativas, cuando puedas, porque la noche es oscura y la lucha es larga y no hay caballeros de brillante armadura esperando para matar al dragón en el momento del clímax dramático. Ten malicia. Sé ruin. Falta al respeto. Haz pintadas en alguna casa. Cubre de plumas a tu congresista local, qué sé yo. Haz lo que tengas que hacer, mientras estés haciendo algo, mientras agarres el mundo a tu alrededor de forma real y tires de él en la dirección Ligeramente Menos Mala. Los moralistas del sofá se preguntan: «Si un hombre apunta a tu amigo con una pistola y le haces daño, es igual de malo que dejar que él hiera a tu amigo, ¿no?». No, qué va. Además, ¿qué coño te pasa? Coge la pistola y le das al tío con la culata. Salva a tu amigo. No todas las bondades pesan lo mismo, y la bondad generalizada, sin sentido ni radicalidad no es mejor que lo agradable.

Haz que te importe el mundo que te rodea, la gente que te rodea, la gente que no te rodea, la gente que está al otro lado del mundo, por la simple razón de que es gente que ama a sus hijos, que ríe, que baila, que besa, que llora.

Hopepunk 6
Fotografía de Rob Walsh

¿Sabes por qué a los humanos se les da tan bien ser horribles los unos con los otros? Porque, cuando te olvidas de que alguien es una persona, cuando te olvidas de que ríen y lloran y quieren a sus hijos, ser horribles sienta bien.

Ya está. Es aterrador lo sencillo que es, ¿verdad?

Pero vamos a ello. Es una herramienta. Ya que la tienes integrada, al menos la puedes abrazar. Úsala. Apóyate en ella. Sé horrible con los monstruos, si eso es lo que hace falta, si no te quedan más opciones.

Y, si aún te quedan opciones, recuerda: la resistencia no violenta también surge de un lugar de rabia.

La gente complaciente, la gente agradable, no se enfrentan a un escuadrón de policías armados. No marchan por la sal hasta Dharasana sabiendo que saldrán de allí apaleados, o muertos. No es algo que haces cuando crees que hay otras maneras de conseguir que te escuchen. Una persona debe estar enfadada por algo para llegar a hacer algo así, para llegar a poner su propia vida en peligro para resistir.

El hopepunk no es limpio y resplandeciente. El hopepunk es mugriento, porque eso es lo que pasa cuando luchas. Es duro. Es un trabajo sucio, que te hace sudar, que te rompe la espalda, que nunca termina. No es bonito, y no es noble, y no es agradable, aunque espero que la inclinación natural (e incluso mi propio instinto) es venderlo como tal para olvidar la palabra «radical» de la frase «bondad radical»; olvidar la parte «punk» de «hopepunk», que es, realmente, la mitad operativa de la palabra. Olvidar el enfado y reblandecerlo, porque lo que ansiamos es la suavidad. Queremos que el mundo sea mejor: más bueno, más justo, más compasivo. Aún ansiamos el noblebright, la creencia honesta y desesperada de que el amor lo conquista todo. Excepto que, cuando el otro tío tiene más armas y menos objeciones morales que nosotros, no lo conquista.

Olvidamos, a veces, que nosotros también tenemos cuchillos en este imperio. Que podemos desenvainarlos, que podemos apuntar nuestras hojas para defender un átomo de justicia y una molécula de compasión que quizá ni siquiera exista, excepto… excepto donde nosotros las hagamos existir, en las manos tendidas que ofrecemos a otros, y en el refugio que ofrecemos incluso cuando nosotros mismos estamos exhaustos, cansados y sucios, y los lobos campan en nuestra puerta.

No hay héroes y no hay villanos. Solo hay personas. Eso es hopepunk: que da igual que el vaso está medio lleno o medio vacío, lo que importa es que hay agua en el vaso. Y eso es algo que vale la pena defender.

Fotografía de Pascal Bernardon

Alexandra Rowland es autore de A CONSPIRACY OF TRUTHS (Saga Press, 2018), A CHOIR OF LIES (Saga Press, 2019) y FINDING FAERIES (Tiller Press, octubre 2020). Podéis encontrarle en su Twitter: @_alexrowland.

La lucha inherente del hopepunk

En este artículo, entre otras muchas cosas, Rowland deja claro que el hopepunk no es un género complaciente. Es un género en el que la lucha y el conflicto tienen un papel central, en el que las cosas no son buenas: la gente lo es, y por ello se rebela. Por eso lucha, aunque tenga que recurrir a la violencia. Muchas veces se ha tomado el hopepunk por un género agradable, amable, que muestra mundos buenos y bonitos donde todo acaba bien. El hopepunk no tiene por qué acabar bien, no es algo idílico, no es una utopía. Nos plantea mundos injustos o en decadencia, pero en los que la gente lucha por lo que es justo, no porque sean los elegidos, ni porque sepan que acabarán derrotando el mal y todo será paz y felicidad cuando acaben. Lo hacen porque alguien tiene que hacerlo, porque les importa las personas que viven a su alrededor.

Creo que es un mensaje que no debe olvidarse nunca, y por eso no me canso de hablar del hopepunk. ¿Qué os ha parecido el artículo? ¡Dejadme un comentario con vuestras impresiones!



Tomada de https://lauramoranescritora.com/2020-07-29/hopepunk-y-el-imperio-de-hojas-desenvainadas/

Cuando les personajes eligen hacer lo correcto

 LITERATURA

La literatura fantástica recupera la esperanza: comienza la era 'hopepunk'

Actualizado 

Los últimos Premios Hugo y Nébula, los más prestigiosos del género, eligen 'The calculating stars', exponente de una corriente marcada por la 'transgresora' buena fe de sus personajes.

Cahrlie Jane Anders, Mary Robinette Kowal y Becky Chambers.

No es del todo insólito que los premios Hugo y Nébula a la mejor novela recaigan algún año en la misma obra. A veces, la inercia editorial tiene estas cosas. En 2018, por ejemplo, los dos galardones más prestigiosos del ámbito de la literatura fantástica y de ciencia ficción premiaron El cielo de piedra de N.K. Jemisin. Lo mismo sucedió en 2014 con Justicia auxiliar de Ann Leckie y en 2012 con Entre extraños de Jo Walton. Es algo que puede resultar curioso, pero no inaudito.

Por eso a nadie le sorprendió que, en sus recientes ediciones de 2019, ambos premios literarios recayesen sobre la novela de Mary Robinette Kowal The calculating stars, un relato ucrónico muy bien trazado que toma como punto de partida las devastadoras consecuencias que provoca en el planeta el impacto de un meteorito. Sin embargo, sí hubo en esa concurrencia de premios algo que llamó la atención de muchos, y fue el gran número de críticos y foros especializados que destacaron semejante hecho como el primer gran reconocimiento de la industria a la literatura hopepunk.

Todos hemos oído hablar en alguna ocasión del ciberpunk, el steampunk, el dieselpunk, incluso el solarpunk... ¿Pero qué es el hopepunk? Se trata de un concepto tan reciente que para una gran parte del público todavía constituye un enigma. El término fue acuñado por la escritora Alexandra Rowland en julio de 2017 para referirse a un nuevo subgénero dentro de la literatura fantástica. Una nueva tendencia narrativa que nace por oposición a la corriente predominante de los últimos años; esa que se basa en el planteamiento de historias oscuras, sobre escenarios oscuros, con personajes oscuros movidos por intenciones oscuras y que actúan conforme a sus principios oscuros: el grimdark.

Alexandra Rowland escribió: "Lo opuesto al grimdark es el hopepunk". Poco después quiso profundizar en el significado de su afirmación y terminó publicando un breve ensayo titulado One atom of justice, one molecule of mercy and the empire of unsheathed knives, que prácticamente ha venido a convertirse en el manifiesto fundacional del movimiento hopepunk. En apenas dos años, el término ha pasado de ser una etiqueta imprecisa utilizada por muy pocos a convertirse en un concepto bien delimitado y utilizado por la crítica profesional -especialmente en el mundo anglosajón- para referirse a un nuevo género literario.

Aunque, en sentido estricto, el hopepunk no sería tanto un subgénero de la literatura fantástica como un nuevo enfoque de la misma. Una nueva propuesta en cuanto al modo de plantear la trama. Desde hace algún tiempo, el grimdark ha querido ser una versión más adulta de la fantasía heroica -y del género fantástico en general-. De ahí que las bajas pasiones de sus personajes se manifiesten siempre de una forma tan evidente. Todos ellos son traidores. Todos son egoístas. Todos son codiciosos. Todos son cobardes. Viven en un mundo que se derrumba y no hacen nada por evitarlo o contribuyen a su colapso. Es el caso, por ejemplo, de las novelas de Dan Abnett o de George R.R. Martin; en especial, la saga Canción de Hielo y Fuego.

El hopepunk es la tendencia actual de las novelas de literatura fantástica a conducir su argumento hacia el lado contrario. Y no estamos hablando -al menos, no en todo caso- del típico esquema del héroe, conocido como noblebright, donde uno se sacrifica por el resto. Tampoco de historias idílicas ni de finales felices en los que, como por arte de magia, como en una película de Disney, todo acaba bien. El trasfondo del hopepunk sigue siendo la distopía.

Su mundo sigue siendo un lugar hostil y desgraciado. Pero sus personajes, en lugar de ser mezquinos y desleales, en lugar de dejarse arrastrar sin remedio por un escenario antiutópico, eligen hacer lo correcto. Eligen pelear para cambiarlo. Aunque resulte imposible. A ellos no los mueve la ruindad, sino la nobleza. El hopepunk propone la esperanza como motor narrativo.

Lo explicaba no hace mucho en un artículo para el Wall Street Journal la crítica literaria Ellen Gamerman: el hopepunk es la alternativa a la oscuridad habitual del género fantástico. Una reflexión que entronca con aquellas palabras fundacionales de Alexandra Rowland de 2017: «La bondad no es necesariamente pasiva (...). El hopepunk dice que la bondad no es igual a debilidad, y en este mundo de brutal cinismo y nihilismo ser bueno es un acto político. Un acto de rebelión».

Y parece que la idea ha calado. La corriente hopepunk se impone en novelas como El largo viaje a un pequeño planeta iracundo (Insólita Editorial, 2018) de Becky Chambers. O Las estrellas son legión (Runas, 2017) de Kameron Hurley. O Todos los pájaros del cielo (Insólita Editorial, 2018) de Charlie Jane Anders.

La propia Alexandra Rowland ha publicado A choir of lies el 10 de septiembre. Y la crítica empieza a destacar títulos como The library of the unwritten, publicado por A.J. Hackwith el pasado 1 de octubre. Quién sabe, puede que los premios Hugo y Nébula a la mejor novela de literatura fantástica vuelvan a ponerse en 2020 del lado del hopepunk.

O puede que siempre lo hayan estado. A fin de cuentas, y a pesar de que se trate de la tendencia actual, una etiqueta nueva sirve para delimitar algo que ya existía con anterioridad. Y pocas historias más hopepunk se me ocurren que la de Gandalf, Frodo, Aragorn y Sam. Quizá el hopepunk, como ocurre con casi todas las cosas, siempre haya estado ahí. Mucho antes que el grimdark. Solamente necesitaba ser nombrado... O ni eso.


Tomada de https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2019/11/12/5dc99320fc6c835e588b46a3.html