lunes, 14 de noviembre de 2022

Hao Jingfang, escritora de ciencia-ficción china

VAGABUNDOS, DE HAO JINGFANG: UNA NOVELA DE TESIS



 Lo que me ha ocurrido con Vagabundos, de Hao Jingfang, es realmente curioso: ha sido, con mucho, la novela de ciencia ficción de la que más citas he extraído y, sin embargo, al momento de finalizar su lectura no tenía nada claro cómo enfocar este artículo. Me llevó algo de tiempo comprender que esa, precisamente, es la característica que mejor la define.

En casi todas las reseñas que he leído sobre ella se plantea lo que Consuelo Abellán resume muy bien en este párrafo:

«Quien espere una novela de acción, con una trama absorbente llena de giros inesperados y cliffhangers, sin duda se llevará una gran decepción al leer esta novela. No hay acción trepidante, aunque sí algunas escenas emocionantes —sobre todo, algunas relativas a ciertos vuelos sobre la superficie de Marte— y también hay una trama de secretos familiares con repercusiones políticas que Luoying [una de las protagonistas] quiere descubrir, pero nadie parece querer revelarle».

En efecto, en el trasfondo de la novela se cuece una conspiración que saldrá a la luz, como no podía ser de otro modo, en su tramo final. Pero el punto de vista desde el que se relata la historia deja el complot en segundo plano.

En ese sentido, su estrategia podría recordarnos a la de Ian McDonald en Luna Nueva. Sin embargo, mientras que el autor británico distraía nuestra atención a propósito, centrándonos en las acciones de sus personajes principales (la familia Corta), para Hao Jingfang la conspiración es solo un McGuffin, la excusa de una trama con escasos sobresaltos.

También es cierta la segunda crítica que suele hacérsele a la novela, y que Leticia Lara expone con claridad:

«La figura de Luoying parece novata en todo y se utiliza como recurso ese supuesto desconocimiento para tener conversaciones con su tutor que son un infodump en toda regla».

Esta observación puede extrapolarse a otros personajes… por no hablar de los fragmentos en los que la novela deriva sin ambages hacia el ensayo y especula sobre temas tan diversos como los sistemas económicos, la propiedad intelectual o la arquitectura.

Sin embargo, eso no significa que sea una obra mal ejecutada.

Estamos tan acostumbrados a que nos digan que «las novelas deben atrapar al lector desde la primera página», y que «no deben soltarlo en ningún momento» y que «deben sorprenderlo con giros inesperados», que solemos olvidar que la intención de muchos escritores, a la hora de escribir, no es centrarse en la acción, sino emplear sus historias para reflexionar (y hacernos reflexionar) sobre ciertos temas.

La expresión más radical de este enfoque es la llamada «novela de tesis», un género que en estos tiempos de lectura rápida casi ha pasado al olvido. Y es precisamente en esa categoría en la que debemos enmarcar Vagabundos. Solo así dejaremos de ver sus reflexiones y diálogos como un relleno de la historia, y pasaremos a ver la historia como una excusa para ese análisis, lo que nos permitirá poner el foco en el elemento más importante del libro.

Eso sí, antes de hacerlo es necesario diferenciar la novela de tesis del pasquín (que de esos sí que hay muchos). Que una novela sea un vehículo para una serie de reflexiones no significa que nos las tenga que dar digeridas, que nos diga explícitamente qué debemos pensar. Una novela de tesis es aquella que nos abre las puertas a un modo distinto de ver la realidad y nos brinda las herramientas para que seamos nosotros quienes especulemos sobre sus posibilidades. O, dicho de otra forma, una novela de tesis es aquella que sabe formular las preguntas adecuadas, pero deja que sea el lector quien encuentre (o no) las respuestas.

Ese es el motivo por el que resulta tan difícil hallar un enfoque para un artículo sobre Vagabundos. Porque la única forma honesta de hablar de la novela es exponer algunas de sus ideas sin pretender abarcarla.

 

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Collage compuesto por una fotografía de Juli Kosolapova y otra de Elia Pellegrini, ambas publicadas en Unsplash.

 

UNA ACLARACIÓN PREVIA

Aunque he empleado su título en español —dado que Vagabundos ha sido publicada en nuestro idioma por NOVA, con traducción directa del chino de Agustín Alepuz Morales y revisión de galeradas de Antonio Torrubia y Gisela Baños— lo cierto es que he leído su versión en inglés —traducida del chino por Ken Liu—. Por lo tanto, los fragmentos que transcribiré serán una traducción personal de dicha edición y no extractos de la versión de NOVA.

 

PUNTO DE PARTIDA

Los referentes de Hao Jingfang son tan obvios que debe dedicar el primer tercio del libro a relativizarlos y enseñarnos su complejidad.

El primero ni siquiera es literario. Vagabundos es un ejercicio de utopismo anclado sólidamente en la realidad. Hao Jingfang lo expone con total crudeza por medio de una cita de Daniel Defoe:

«Es tan razonable representar un tipo de encarcelamiento por otro, como representar cualquier cosa que realmente exista por medio de otra que no».

Teniendo esto en mente, su esencia podría resumirse en la siguiente frase: Hao sublima una versión utópica del comunismo (que tiene lugar en Marte) y una versión utópica del capitalismo (que tiene lugar en la Tierra), y las contrapone a través de personajes adolescentes que han nacido en la utopía comunista, pero han pasado cinco años en la utopía capitalista.

El hecho de que nos presente dos mundos «hermanos» con regímenes económico-políticos opuestos —y de que algunos de sus personajes se desplacen entre ellos— nos recuerda, de forma intencionada, a Los desposeídos, de Ursula K. Le Guin. De hecho, es imprescindible introducir ese referente para poner en contexto la historia.

Para empezar, porque al igual que la obra maestra de Le Guin, Vagabundos nos presenta una utopía ambigua; una sociedad compleja y dinámica que, si bien supone una alternativa al capitalismo, no ha resuelto sus incoherencias internas.

Pero, además, porque la novela de Hao Jingfang se nos presenta como una suerte de «continuación» de la obra de Le Guin.

Vagabundos comienza donde acaba Los desposeídos: en la nave que retorna a la sociedad alternativa. Por lo tanto, su exploración de esa sociedad se realizará desde la incertidumbre (psicológica y existencial) de quienes vuelven a ella tras haber vivido en la Tierra.

 

DERRIBANDO PREJUICIOS

No es casual que Vagabundos comience (y termine) en la nave que sirve de puente entre Marte y la Tierra. Si bien la novela centra su atención en la compleja estructura de la sociedad marciana, su objetivo no es hacer proselitismo, sino facilitarnos el acceso a sus principales ideas. O, dicho de otra forma, servirnos de puente.

Prueba de ello es que, durante el primer tercio del libro, introduce el punto de vista de Eko, un personaje terrestre que visita Marte, con el único «objetivo» de revelar nuestros prejuicios y sesgos, dado que, en el resto de la novela, dicho personaje carece de importancia.

Como es lógico, nuestro primer prejuicio al leer sobre una «utopía comunista» —y el primero del que Eko se hace eco (tenía que decirlo)— es que en realidad se trate de una distopía, es decir: de un régimen autocrático disfrazado de sociedad perfecta.

Hao Jingfang es consciente de ello y nos lo demuestra con elegancia, haciendo una clara referencia a la primera gran distopía del siglo XX: Nosotros, de Evgueni Ivánovich Zamiátin.

La arquitectura de su sociedad marciana se basa en el cristal, al igual que la expuesta por Zamiátin, sin embargo, este diálogo entre Eko y un personaje marciano nos fuerza a poner las cosas en perspectiva.

«—¿Por qué habéis tomado esa decisión colectiva?

—Yo no la llamaría una «decisión colectiva», es más un asunto de necesidad. En Marte tenemos muchísima arena, pero carecemos de arcilla y piedra. En lugar de acero, tenemos que depender del cristal como material en bruto para casi todo. Durante la guerra, Niles Galle inventó las técnicas de construcción que utilizamos ahora. Con cristal es fácil construir y es fácil reciclar.

—Ya veo, pero ¿cómo lidiáis con el asunto de la privacidad? ¿Cuáles son las reglas? He visto que muchas casas no son transparentes, pero las paredes de mi habitación sí lo son.

Janet lo miró sorprendida.

—¿No te lo han dicho? ¡Todas las paredes son ajustables! El conserje virtual de tu hotel no está haciendo un buen trabajo si no te ha explicado esas características básicas».

 

arquitectura de cristal 1
Fotografía realizada por Victor García y publicada en Unsplash.

 

BASES TEÓRICAS

Tras echar por tierra nuestros prejuicios, Vagabundos —como buena novela de tesis— se encarga de dejar claras sus reglas de juego:

«Una casa de cristal es solo eso: una casa de cristal. Es un hecho determinado por la geología y la tecnología de Marte, sin ningún simbolismo detrás y, ciertamente, sin ninguna opresión política. Para capturar la realidad, necesitaba profundizar, excavar más allá de la superficie hasta tocar el verdadero contexto de Marte.

—Pensé que la transparencia era una opción deliberada— dijo Eko.

—Bueno… —dudó Janet—. Creo que depende de tu punto de vista. Que algo sea transparente depende de la luz.

—¿Podrías elaborar esa idea?

—Da igual cómo lo ajustes, un medio siempre será transparente a ciertas formas de luz, pero no a otras. La opacidad total es imposible.

—¿Estás hablando del cristal… o de algo más?

—[…] Puedes interpretar lo que digo como prefieras. No hay una respuesta real».

Esto podría parecer un juego de palabras. Pero en otra parte de la novela, otro personaje profundiza en este análisis sobre los límites del lenguaje y, al hacerlo, define el método empleado por la novela para aproximarse a esa «respuesta real».

«—¿Entiendes el debate entre logos y phatos? ¿Entiendes hasta qué punto cada uno expresa la verdad? ¿Cómo reflejan diferentes imágenes de la misma realidad? ¿Esta es la Proposición o sus Reflejos? Honra cada imagen en cada espejo, pero no rindas culto a ninguna de ellas. Intenta ir saltando entre lenguajes para reconstruir la verdadera forma del mundo a través de sus reflexiones».

 

DEFINIENDO EL PUNTO DE VISTA

Como comenté más arriba, la mayor parte de Vagabundos se relata desde la perspectiva de un grupo de adolescentes (y en particular de una, llamada Luoying) que han nacido en Marte, pero han pasado los últimos cinco años en la Tierra: el «grupo Mercurio».

Esto genera un enfoque de la historia muy particular que, como también comenté más arriba, nos recuerda al de Le Guin en Los desposeídos.

«—Tú creciste en Marte y, por lo tanto, te identificas con los nobles valores de aquí. Pero también has vivido en la Tierra, donde te acostumbraste al cambio constante. Y aunque parezcas estar peleando por ambos mundos, en realidad, no tienes fe en ninguno de ellos».

Esa «falta de fe» habilita la mirada crítica que convierte a Vagabundos en una novela de tesis. Intuyo que Hao Jingfang está expresando su propia postura cuando escribe que:

«Un mundo era siempre la unidad de su tierra y sus dioses. Solo aquellos que habían vagado por diferentes mundos podían perder esa unidad».

 

LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

Ahora que ha quedado claro el enfoque crítico y el acercamiento reflexivo —en su doble acepción— a las sociedades sobre las que especula, veamos las características de las utopías ambiguas que propone Vagabundos.

Empecemos por la utopía capitalista, de la que solo nos brinda un esbozo, pero que vale la pena analizar… porque es muy probable que tendamos hacia ella: la economía del conocimiento o, para ser más preciso, de la propiedad intelectual.

«La Tierra del siglo XXII es un mundo dominado por los medios de comunicación, que se han convertido en el pilar de la economía mundial. […] Conforme la economía basada en los bienes materiales se devaluaba, el intercambio de propiedad intelectual salvó al mundo.

Tú eres la red. Ese era el corazón de la economía de la propiedad intelectual. Cada cual contribuía con su conocimiento y el mundo estaba interconectado en una red, así que infinidad de oportunidades comerciales podían surgir de ese intercambio. En esa red de comercio, incluso una simple oración o un pensamiento divagante podían convertirse en una gran variedad de productos. Comerciar en esa red de conocimientos fue una revolución, un manantial sin fuente, un negocio que tenía, efectivamente, coste cero y un retorno casi infinito».

 

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Collage compuesto por una fotografía de Juli Kosolapova y otra de Elia Pellegrini, ambas publicadas en Unsplash.

 

NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

Como buena utopía ambigua, la idílica economía del conocimiento esconde, incluso en su descripción, un deje distópico.

La crisis climática ha dejado en evidencia que nuestro mundo no es capaz de mantener por mucho tiempo el ideal de crecimiento infinito que sustentó el capitalismo de la segunda mitad del siglo XX (y el crecimiento abrumador de la economía china desde la década de los ochenta). Por lo tanto, la digitalización de la economía, es decir: la creación de un tipo de negocio basado en contenidos virtuales que tenga «coste cero y un retorno casi infinito» es el sueño húmedo del capitalismo actual.

Sin embargo, por más que la virtualización de los bienes de consumo es una tendencia más que evidente (que sin duda se ha acentuado en estos tiempos de pandemia) resulta mucho más dudoso que las grandes fortunas estén dispuestas a renunciar a la posesión de «bienes materiales» y que, por tanto, este tipo de comercio tienda a «devaluarse» hasta el punto de ser sustituido.

Dicho lo cual, es importante insistir en que Vagabundos no esconde las incongruencias de sus sociedades… Unas incongruencias que, en el caso de la economía del conocimiento, nos recuerdan a ciertos vicios del capitalismo.

«Las bolsas de propiedad intelectual de la Tierra habían colapsado en un par de días porque el sistema de agentes y revendedores de propiedad intelectual se había vuelto muy complejo. Una simple oración ingeniosa podía ser envuelta en capas de embalaje para darle substancia, y una simple idea podía ser registrada e inflada en una vasta cáscara vacía. Los compradores ya no estaban comprando la idea en sí misma, estaban comprando la posibilidad de vendérsela a alguien más. Y mientras las ideas se iban mezclando con esa economía, aumentando de precio con cada intercambio, la inflación se asentó. Mayores precios significaban menor valor. Era un negocio sin substancia, un brillante globo dorado inflado por la carrera para venderle algo a alguien antes que nadie.

Hasta que un día una aguja pinchó el globo».

En este y otros pasajes, Hao Jingfang nos da a entender que, por muy sofisticada que sea su sociedad capitalista, por mucho que haya salvado su ecología y que —hasta cierto punto— haya logrado asentar la democracia, no ha sido capaz de librarse de su eterno talón de Aquiles.

 

EL REVÉS DE LA TRAMA

En contraposición a la utopía capitalista, Vagabundos nos presenta una utopía comunista:

«El Marte del siglo XXII también era un mundo basado en los medios de comunicación. Pero en Marte los medios no eran un sinónimo de economía, sino que representaban un estilo de vida del que todos eran partícipes. Los medios creaban un espacio electrónico estable que conectaba los distintos estudios. Era como una enorme caverna en la que todos podían guardar sus creaciones y de la que todos podían extraer lo que otros habían guardado. El espacio contenía un claro registro de los derechos de autor y las atribuciones, pero no generaba ganancias. Tomar y dar eran deberes, mientras que se les asignaba dinero a todos, sin importar su participación en ese intercambio de ideas».

Como puedes ver, lo que nos plantea es una economía del conocimiento que parte de los elementos capitalistas y los traduce a la lógica originaria del comunismo de Marx: «de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades».

Vale aclarar que Hao Jingfang no emplea en ningún momento el término «comunista». Si yo lo he hecho desde el principio es para centrar el análisis social que nos propone.

 

ESCASEZ

En un primer momento, la utopía comunista propuesta en Vagabundos nos recuerda a la desarrollada por Peter Frase en su ensayo Cuatro futuros. Sin embargo, conforme avanzamos en la novela descubrimos que, mientras el futuro propuesto por Frase parte de la igualdad plena entre ciudadanos y de la abundancia de recursos, la sociedad propuesta en Vagabundos se estructura sobre la escasez.

«¿Qué es lo que Luoying creía respecto a su hogar? Ella nunca esperó que fuera tan exuberante y rico como el Edén, repleto de frutas y leche y miel. Sabía que era un planeta pobre, con un limitado espacio habitable, acosado por el peligro, en el que todos vivían cada día al filo de la muerte y tenían que conservar cuidadosamente cada recurso del que disponían, todos ellos preciosos. Ella sabía todo eso, pero se había aferrado a la fantasía de que su hogar era un estanque de tranquilidad, un lugar en el que te sentías en paz y no abrumado por el estrés. Recalcaba que, en su hogar, nadie necesitaba preocuparse por comida, ropa o refugio, que todos eran libres de perseguir sus intereses y sueños. No había ninguna empresa que explotara todos tus momentos productivos y eras libre de pasar tu tiempo como quisieras. ¡Qué lugar tan libre y tranquilo era su hogar en su recuerdo!»

 

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Fotografía realizada por Victor García y publicada en Unsplash.

 

LOS LÍMITES DE LA SOCIEDAD MARCIANA

Claro que, a su retorno de la Tierra, los adolescentes del grupo Mercurio han adquirido la extranjería necesaria para reconocer (y enseñarnos) las ambivalencias de su sociedad. Algo de lo que los habitantes de la sociedad marciana no son capaces. Como explica Luoying en cierto momento:

«El problema no es si las cosas son buenas aquí o no, el problema es que no puedes pensar que las cosas no son buenas. […]

Todo el mundo debe elegir un estudio [en el que trabajar], debe vivir en la forma en que se supone que debemos vivir. Cuanto más pienso sobre eso, más aterrador me resulta».

Luoying añora la flexibilidad de la sociedad capitalista. En Marte:

«Nadie hacía nada que no fuera de utilidad; nadie se iba por su cuenta. Todos terminaban en un estudio de forma permanente, con un número, un archivo en el Registro, un camino recto que seguían hasta su muerte.

Pero en la Tierra, mientras Luoying vagaba por ella, vio gente que hacía todo lo que quería. […] Sus profesiones eran tan fugaces como una mirada seductora: en el momento en que se producía la chispa, giraban su atención hacia otra parte.

Esa vida de incertidumbre la cautivó. Tal era el contraste con la vida en el jardín platónico de la creación idealizada en la que había crecido».

En estas frases puedes ver en qué radica la genialidad de la novela. Si bien la rigidez de la sociedad marciana nos resulta aterradora, lo cierto es que igual de aterradora (y mucho más cercana) nos resulta la incertidumbre que elogia Luoying.

Como comentaba al principio, sus personajes no plantean respuestas —ni siquiera aquel que hace las veces de «tutor» de Luoying— sino que, al mostrarnos sus puntos de vista, nos cuestionan sobre lo que están proponiendo.

 

REFLEJOS

Y lo más interesante es que, si bien las sociedades que propone Vagabundos han logrado deshacerse de los principales defectos que poseen en la actualidad, ninguna de las dos es perfecta. Es a través del diálogo entre ellas, de las miradas cruzadas, que se adivina el camino para la mejora de ambas:

«—¿No te parece gracioso que un terrano esté tratando de salvar la Tierra partiendo de lecciones aprendidas en Marte, mientras que un puñado de chicos marcianos están tratando de salvar Marte partiendo de lecciones aprendidas en la Tierra?

—Tienes razón —dijo Luoying—. Eso es lo que más me desconcierta. ¿Cuál es la relación entre los dos mundos? Desde niños nos enseñaron que la Tierra, eventualmente, se parecería a Marte porque, cuando su conocimiento y sabiduría avanzaran lo suficiente, sería inevitable que la gente ansiara la libertad de compartir y la comunidad intelectual que tenemos en Marte. Sin embargo, en la Tierra, oímos todo lo opuesto. Ellos dicen que Marte es demasiado simple y primitivo, y que el progreso, eventualmente, nos forzará a asemejarnos a la Tierra. ¿Qué sociedad es el estado primitivo de cuál?»

Debo decir también, para ser completamente honesto, que muchas veces sus personajes tienden al relativismo, lo que, hasta cierto punto, desvirtúa la reflexión.

«—Creo que son solo reflexiones vacías.

—O sea, que tú crees que ninguna es mejor que la otra.

—Algo así. La guerra hizo que nosotros divergiéramos en nuestro desarrollo, eso es todo. No hay nada malo o bueno en ello».

Sin embargo, la mayor parte de las veces, sus planteamientos son lo suficiente complejos y polifacéticos como para escapar de cualquier maniqueísmo y regalarnos poderosas herramientas de reflexión.

 

APENAS LA SUPERFICIE

La mejor prueba de la profundidad de Vagabundos es que este artículo ya ha superado las tres mil palabras y apenas me ha bastado para esbozar el enfoque del libro, para explicar la «extranjería» de sus protagonistas, y para dar unas breves pinceladas de las sociedades que nos presenta. No he dicho nada de sus excursos sobre arquitectura —de una profundidad asombrosa— o de los devaneos filosóficos de unos personajes que no logran encajar en ninguna de las dos sociedades.

Vagabundos es una novela de una riqueza conceptual exuberante. Una historia de una densidad muy superior a la media, pero que compensa con creces el esfuerzo que supone su lectura. Sin duda es una novela de tesis en la que las ideas tienen mayor peso que la trama. Pero son ideas tan sólidas que al terminar de leerla tienes la certeza de haber visitado una sociedad real; compleja e imperfecta como toda sociedad, pero alternativa. Una utopía ambigua que nos interpela.

Y ese cosquilleo de duda es uno de los grandes placeres que nos regala un buen libro.

 

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Collage compuesto por una fotografía de Juli Kosolapova y otra de Elia Pellegrini, ambas publicadas en Unsplash.

 

NOTA: La foto de cabecera pertenece a Nicolas Lobos y ha sido publicada en Unsplash.